A principio del siglo XIX, el gaditano médico y sacerdote José Celestino Mutis crea, en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en Santafé, las cátedras de Medicina, uniendo la medicina con la cirugía, que llevaba siglos en manos de los barberos, considerados como artesanos, que sacaban muelas, cortaban el pelo, drenaban accesos y practicaban las sangrías. La propuesta ilustrada de Mutis queda cortada con su muerte y con las guerras de independencia.
Iniciando cronológicamente el siglo XIX, en 1801, Mutis, hace un diagnóstico de salud bastante preocupante, al final de los tiempos virreinales: "Dos plagas endémicas afligen mucha parte de sus habitantes -sostiene el médico ilustrado-. Las escrófulas -es decir, el coto- y las bubas que acompañan al primitivo mal gálico -es decir, la sífilis- ciertamente original del propio clima: que se ha ido propagando hasta el punto de representar algunos pueblos un verdadero hospital".
El virrey Francisco de Montalvo, en enero de 1818, da testimonio del lamentable estado de la medicina en el Nuevo Reino de Granada, al final de la colonia, y deja, a la vez, un testimonio sobre la ignorancia de los que la practicaban, ya sean médicos, cirujanos, boticarios o curanderos:
"Cualquiera enfermedad, por poco complicada, lleva al sepulcro al infeliz que la padece. Si algunos escapan, no es por la asistencia de unos hombres que carecen de experiencia y nociones científicas, sino por esfuerzo de la naturaleza. La ineptitud de unos y la falta de específicos y otros auxilios en las boticas, cuyos operarios ignoran que es la farmacia, son dos crueles enemigos de la humanidad en esta provincia y sus limítrofes de la costa, donde concurren facultativos todavía menos instruidos, siendo más repetidas y dolorosas las muertes desgraciadas, por la grosera ignorancia de profesores y curanderos".
No existía todavía la especialización, abundaban las comadronas, los barberos, los teguas y los curanderos y existía un santo patrón consagrado para cada enfermedad. De la autoridad municipal, es decir, del Cabildo, dependía la Higiene Pública, lo que hoy entendemos como la Salud Pública.
No existía una enseñanza organizada de la medicina en Colombia, después de la independencia, hasta la Universidad Nacional creada a finales del siglo XIX y, a los pocos años, en Medellín se crea la universidad de Antioquia.
El siglo XIX se caracterizó por la escasez de médicos y de cirujanos y, a mitad de siglo, los liberales radicales decretaron que no era necesario el título para ejercer ninguna profesión en Colombia y solo se lo exigieron a los boticarios. Los médicos prescribían fórmulas que luego preparaban los boticarios. Los hospitales eran lugares donde se ejercía más la caridad cristiana que la medicina, estaban destinados a atender a los pobres de solemnidad y, desde el siglo XVII, estaban en manos de los hermanos hospitalarios de san Juan de Dios, que no eran médicos (al principio) y se preocupaban más por el alma que por el cuerpo. Eran hospitales generales, que no estaban especializados, tampoco eran muchos y estaban solo en las principales ciudades del Virreinato, con su cementerio anexo.
La mortalidad alrededor del parto de la madre y del hijo, y a causa de las enfermedades infecciosas en los niños menores de cinco años, era muy frecuente. La expectativa de vida de un colombiano hace 200 años era tan solo de 30 años.
A finales de la colonia, Tunja es una ciudad que cuenta con 5.000 habitantes y, según el ilustrado médico José Celestino Mutis, una ciudad donde se quitan los cotos, a diferencia de Soatá, en el norte de la provincia de Tunja, donde le nace al que no lo tiene. El bocio causado por la deficiencia de yodo fue una enfermedad endémica en la colonia sobre todo en las zonas altas de la cordillera, carentes de Yodo.
En las familias de Tunja a principios del siglo XIX nueve era el número más alto de hijos y el promedio de personas por casa era sólo de cuatro a cinco residentes. Existía en la colonial ciudad una mayoría de población femenina El 23 % de la población de Tunja tenía menos de 10 años, en tiempos en que la mayoría de edad se lograba a los 25 años. Tunja alcanza los 5.000 habitantes al iniciar el siglo XIX, bastante alejada de la prosperidad y el boato que tuvo en los primeros tiempos coloniales.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).