Dos tipos de médico representados por Francisco de Goya 

Abel Fernando Martínez Martín | 01/02/2025 - 17:39 | Compartir:

Don Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) llegó a ser pintor de cámara de los reyes borbones españoles Carlos IV y Fernando VII. Francisco de Goya, considerado el primer pintor moderno de España, dejó una inmensa obra artística, compuesta por pinturas al óleo, frescos, grabados, dibujos y tapices. Goya vivió una larga vida; murió sordo a los 82 años, en los que sufrió abundantes padecimientos. Vivió 54 años en el siglo XVIII, desde que nació en Fuendetodos, en Zaragoza, y 28 años del siglo XIX, hasta su muerte en Burdeos, en Francia, a donde había viajado en busca de balnearios con aguas medicinales para aliviar su desmejorada salud.

Dos tipos de médico representados por Francisco de Goya 
Dos representaciones opuestas sobre dos médicos de su tiempo, en la primera (a la izquierda), Don Francisco de Goya, Autorretrato con el Dr. Arrieta de 1820, óleo sobre tela que se encuentra en el Minneapolis Institute of Arts de Minnesota, en los Estados Unidos, y (a la derecha) el aguafuerte, punta seca ¿De qué mal morirá?, grabado núm. 40 de los 80 que compone el pintor español para la serie Los Caprichos de Goya, que se publicó a finales del ilustrado siglo, en el año 1799, donde representa al médico, que toma el pulso, como un asno.

En la correspondencia que mantuvo con sus amigos se constata que la afección que sufrió a los 46 años, que lo postró en cama por varios meses y afectó temporalmente su visión, le produjo tinnitus, episodios de vértigo, pérdida de equilibrio, sordera progresiva y definitiva, hasta su fallecimiento; desorientación, debilidad, dolor abdominal y compromiso del estado general. Por dos años más soportó brotes similares con desmayos ante el caballete como anota en sus cartas.

Entre las enfermedades que padeció Francisco de Goya se incluyen el sarampión, que tal vez puede haber sido la causa de su sordera, el tifus epidémico o tabardillo, el saturnismo o intoxicación con el plomo de las pinturas que utilizaba, además de miopía y depresión. 

En 1797 la Real Academia de San Fernando de Madrid aceptó a don Francisco de Goya la dimisión de su cargo como director de Pintura de la Real Academia, a causa de la "sordera tan profunda que absolutamente no oye nada, ni aun los mayores ruidos".

Goya tenía una muy mala opinión de los médicos, en esos tiempos, a los que denominaba matasanos y sangradores. El ilustrado Goya dejó establecida su opinión sobre los médicos en su obra gráfica, en el grabado 40 de Los Caprichos, intitulado ¿De Que Mal Morirá?, de 1799, donde aparece un médico, que es representado por un asno situado a la cabecera del enfermo. El asno está elegantemente vestido como un galeno de categoría que, en su pezuña, con la que toma el pulso, lleva una gran sortija. Clara expresión gráfica de la opinión de Goya sobre los médicos de su ilustrado tiempo. 

En contraposición a la representación en el aguafuerte anterior, veinte años después, un precioso testimonio pictórico de la amistad entre un paciente y su médico nos la ofrece don Francisco de Goya, cuando se representa a sí mismo siendo atendido durante su grave enfermedad por su médico, el doctor Eugenio García Arrieta (1770-1820). 

A finales de 1819, Goya, con 73 años, sufrió una grave enfermedad de la que tenemos noticia por la pintura que dejó como agradecimiento al médico que lo atendió: el doctor Eugenio García Arrieta. Existen varias hipótesis, pero en documentos que conserva la familia Arrieta, se habla de tabardillo y que el pintor aragonés presentó: "cefalea, fiebre alta, delirios y parálisis parcial". Lo que no queda duda es del testimonio de agradecimiento y de amistad, que el propio pintor dejó escrito de su puño y letra en la cartela de la base del óleo que dice: "Goya agradecido a su amigo Arrieta por el acierto y esmero con que le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819 a los setenta y tres años de su edad. Lo pintó en 1820".

Goya se autorretrata moribundo, pálido, con la boca entreabierta y la mirada extraviada, aferrándose a la vida como a la blanca sábana que le cubre hasta la cintura. Él, que satirizó a los médicos, se muestra apoyado en su médico y amigo, el doctor Arrieta, a quien representa tratándole con humanidad, pero con decisión firme en el arte, sosteniéndole mientras le ofrece un vaso con el tratamiento que debe tomar. 

En el oscuro del fondo cuadro, tras el médico y el enfermo, se aprecian tres rostros, que han sido objeto de varias interpretaciones: de familiares o sirvientes, hasta las Parcas. Otros consideran el cuadro como un exvoto que Francisco de Goya, agradecido, le ofrenda a su médico al conocer sobre su muerte. En 1820, poco después de atender a Goya, el doctor Arrieta fue comisionado por el gobierno español para estudiar "la peste de Levante" en la costa de África, donde el doctor Arrieta falleció. 

En 1819, el pintor adquiere una finca en la ribera del río Manzanares, en cercanías de Madrid, finca conocida a causa de su enfermedad como la Quinta del Sordo, en dos de cuyas salas, entre los años 1819 y 1823, dolido por la muerte de su hijo, sordo, miope y medio loco, según se decía, pintó en sus paredes un conjunto de motivos cargados de expresividad, una mirada trágica sobre la humanidad, las llamadas Pinturas negras, que arrancada de sus paredes se puede ver hoy en el Museo del Prado, en Madrid.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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