La fiesta de Francisco de Borja, en octubre, fue institucionalizada en el Concilio Provincial de Santafé de 1625, que estableció el calendario festivo del Nuevo Reino de Granada. El tercer general de la Compañía de Jesús y Grande de España, Francisco de Borja, fue designado patrón del Nuevo Reino, declarado primero beato y luego santo jesuita; el santo era socorrido en caso de temblores y sequías y, también, fue proclamado por los jesuitas neogranadinos como abogado de los partos difíciles.
Al beato jesuita se le realizó una solemne fiesta con motivo de su beatificación y, además, por ser el presidente de la Real Audiencia de Santafé nieto de Francisco de Borja, nueve días de "suntuosas" fiestas solemnes, con procesión de velas encendidas con su milagrosa imagen.
Se hicieron en Santafé fiestas con mascaradas, juegos de cañas y toros. No menos solemnes fueron las de Tunja, que duraron nueve días con misas celebradas con música, sermones, procesiones, corridas de toros, carreras de caballos y juegos pirotécnicos. Con velas encendidas en la mano "acompañaban la imagen de este grande de entrambas cortes, la de Madrid y la del cielo". De noche, fuegos artificiales, luminarias, "pasearon la plaza y calles con vistosas máscaras. De día jugaron toros y corrieron a caballo".
El voto del Nuevo Reino al patrón se efectuó el 1 de octubre en Santafé y en Tunja. El encomendero residente en Tunja Sebastián de Moxica Buitron colocó un cuadro del beato Francisco de Borja que le vendió un indio para colocar en la iglesia de su encomienda de Chitagoto; la imagen sudaba y el sudor, según los cronistas, tenía efectos taumatúrgicos: "lo recogían en algodones y aplicándolos a varias enfermedades cobraban los dolientes la salud". No sería el primer cuadro que sudaba y no sería el último cuadro milagroso en tiempos coloniales el Nuevo Reino de Granada.
Los devotos reportan que antes de una desgracia o en caso de un desastre natural, el rostro pálido del santo se volvía más pálido, lo que veían como presagio de mal augurio. Además, percibían movimiento en el cuadro, al abrir y cerrar la mano el beato que tenía el crucifijo.
El arzobispo de Santafé mandó realizar las averiguaciones de los milagros, le interesaban los relacionados con el sudor de la imagen, fenómeno descubierto por el hijo del encomendero al arreglar el altar: éste vio en la pintura unas menudas gotas que cubrían la frente, mejillas, nariz, manos, vestido y el crucifijo, que el santo tenía en su mano izquierda, del que manaban abundantes gotas. Las informaciones incluyen milagros realizados a indios y mulatos de Chitagoto y la vecina Sátiva.
Al morir el encomendero Moxica, su última voluntad fue que el cuadro fuera llevado al colegio de la Compañía en Tunja. Se trasladó a Tunja el cuadro con gran despliegue, parando en varios pueblos de indios. Cerca de Duitama salieron a recibirlos con pendones y chirimías y se detuvo la procesión tres días. En Tuta le imploraron que trajera las lluvias y acabara con la sequía. Cerca de Tunja la gente salió a recibir la imagen, unos a caballo, otros a pie: "pusieron los alcaldes y personas de más estimación la imagen sobre sus hombros", en andas ricamente aderezadas con joyas. Los sacerdotes lo llevaron "de noche con gran copia de luces que la esclarecían" a la iglesia franciscana y a Santa Clara.
Al día siguiente, la víspera, se llevó la imagen en solemnísima procesión a la iglesia mayor y al convento Concepcionista. En religiosa procesión llegó el lienzo milagroso a la iglesia jesuita de Tunja y fue colocado en el Altar de las Reliquias del templo de la Compañía: "apenas ha habido día en que la devoción del pueblo no le haya visitado, dicho misas, encendido luces, hecho novenas y ofrecido votos". El cabildo de Tunja, en 1649, reconoció que: "Esta ciudad tiene elegido por patrón y abogado a San Francisco de Borja... para que por su intercesión y patrocinio se sirva librar a esta ciudad de los temblores".
Fue especial el caso de un arcipreste, quien no quiso ir al templo a rendir el voto al santo, por lo que, la noche de vigilia, se presentó un temblor que hizo al arrepentido arcipreste exclamar: "San Francisco de Borja perdonadme que no solo iré a la procesión, sino que cantaré la misa y haré cuando fuerédes servido". El arcipreste se presentó en el templo y dio cuantiosa limosna al patrón de Tunja contra los temblores. Afirman que la ciudad de Pamplona, en la Provincia de Tunja, no hizo el voto al santo por lo que sufrió devastadores terremotos.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).