Las taumatúrgicas reliquias de la Contrarreforma y el Barroco

Abel Fernando Martínez Martín | 27/02/2023 - 14:10 | Compartir:

El problema de la veneración de las reliquias fue una de las controversias más importante que se presentó entre los católicos y los protestantes reformistas. En 1563, el Concilio de Trento se pronunció a favor de la existencia del Purgatorio, sobre la veneración de las reliquias, palabra procedente del latín reliquiae que significa restos, y sobre las imágenes de los santos.

Las taumatúrgicas reliquias de la Contrareforma y el Barroco
San Benito de Nursia. ​​​​​Reliquia, llena de joyas, que se conserva en la iglesia de San Miguel de la ciudad de Múnich, en Alemania.
El esqueleto completo de san Benito, que es el fundador de la Orden Benedictina, constituida por los primeros religiosos en dedicarse a la atención de los enfermos, fue acogido por la iglesia de San Miguel en Múnich, aunque no era una fundación benedictina.
Fotografía de Paul Koudounaris, del libro ilustrado Heavenly Bodies: Cult Treasures & Spectacular Saints (Cuerpos celestiales: tesoros del culto y santos espectaculares), publicado en 2013.

Al dar la posibilidad a los fieles de relacionarse a través de los sentidos y los sentimientos con los cuerpos y los elementos del martirio sufrido por los santos mártires primitivos del Cristianismo, se materializaba la relación más próxima del fiel con lo divino, con lo sagrado, revalorando la importante función taumatúrgica (facultad de realizar prodigios) de estos elementos incorruptos, que actuaban sobre los cuerpos enfermos de los fieles, que "confían sobre todo en los santos terapeutas que alivian sus males cotidianos".

San Carlos Borromeo (1538-1584), miembro de la familia Médici, arzobispo de Milán y cardenal, aplicó las disposiciones tridentinas al campo de la arquitectura religiosa. Sus Instructiones Fabricae et Supellectilis Ecclesiasticae (1577) tratan sobre la construcción de las iglesias posteriores a Trento, en ellas fijó la exposición de las reliquias, las cuales deberían estar ocultas al público en recipientes especiales, como los "bustos de procesión", diseñados especialmente para contenerlas y llevarlas en andas en las ceremonias y, luego, ser mantenidas en los altares relicarios.

Las reliquias se colocaban en retablos relicarios, creados para contener las reliquias de santos y mártires, muebles que se abrían y se iluminaban solo el Día de Todos los Santos y en el día especial en que se celebrara a cada uno de los santos mártires. Cuando la reliquia se iluminaba, se le cantaba y se procesionaba.

La veneración de las reliquias de los primeros mártires fue, con las indulgencias y el uso de las imágenes, uno de los principales blancos de críticas de los protestantes, como lo expresaron reiteradamente Lutero y Calvino, que hablaban de la caída en la idolatría de los católicos, pero también lo hicieron humanistas como Erasmo de Rotterdam. 

La devoción por las reliquias, representadas en objetos relacionados con la Pasión de Cristo, restos óseos, vísceras, dientes, sangre, cabello, tejidos blandos y partes en contacto con los cuerpos de santos, mártires, protomártires y santas vírgenes, tuvo un enorme culto en el mundo cristiano del Barroco.

El rey Felipe II (1527-1598) fue el más destacado coleccionista de reliquias de su tiempo, que atesoraba en El Escorial. El rey de España poseía 507 relicarios que contenían 7.422 reliquias, entre ellas, 10 cuerpos completos, 144 cabezas, 306 brazos y piernas, miles de huesos de santos y mártires, cabello de Cristo y de la Virgen, fragmentos de la cruz y de la corona de espinas. Durante el papado de Inocencio X (1644-1655), la Compañía de Jesús recomenzó las excavaciones de cementerios romanos y se involucró en la difusión de las reliquias, convirtiéndose en una de las principales instituciones contra reformistas con rápida expansión, comprometida con la aplicación de la reforma tridentina.

Como reliquias aparecieron unas de dudosa procedencia, como el mantel de la última cena, las plumas del Espíritu Santo o del Arcángel san Gabriel, unos zapatos viejos de San José, las huellas de los pies o de las posaderas de Jesucristo, la cuna y los pañales de Cristo y su prepucio, tras la circuncisión que realizaban los judíos. El culto al Santo Prepucio se mantuvo hasta el siglo XIX, hasta que fue derogado por decreto de la Santa Congregación para la Doctrina de la Fe el 3 de diciembre de 1900. 

Al rey de España Carlos III, llamado El Hechizado, le metieron en la cama de enfermo la momia del santo patrón de Madrid, san Isidro Labrador y, al dictador Francisco Franco, "caudillo de España por la Gracia de Dios", en Madrid, en el siglo XX, siguiendo con la barroca tradición española, le colocaron en su cama los huesos de santa Teresa de Ávila y lo cubrieron con el manto de la Virgen del Pilar, buscando que las reliquias obraran taumatúrgicamente, trayéndole la perdida la salud.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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