Un año después, el balance: no hemos controlado nada

Mauricio Corredor Rodríguez | 05/04/2021 - 10:57 | Compartir:
"Después de un año de pandemia en Colombia, a la fecha en ningún país del mundo se ha logrado la inmunidad de rebaño contra la Covid-19".

Después de un año de pandemia en Colombia, a la fecha en ningún país del mundo se ha logrado la inmunidad de rebaño contra la Covid-19. China controló la propagación, con ley marcial. Incluso Israel terminó su programa nacional de vacunación. Cantar victoria es poco juicioso, como hacer predicciones sin fundamento y también sería un desatino con aquellos países donde la vacuna no llegará ni este año ni a principios del siguiente. ¿Qué hemos logrado? Cosas positivas obviamente, pero hay cosas negativas que desde el inicio opacaron logros. Trataré de resumir los más relevantes desde el punto de vista médico-científico pues no es posible mencionarlos todos. Los aspectos políticos y sociales serían para otro artículo. Hoy los datos sobre propagación no mienten: al 2 de febrero del 2020 solo había 4.000 muertos en 114 países por la Covid-19, hoy 2 abril del 2021 solo en el departamento de Antioquia van más de 7.000 fallecidos por la misma causa. 

En el inicio la vía rápida de propagación de la pandemia fue la aérea. En dos meses ya había llegado a 114 países. Ni China, ni Europa, ni EE. UU. pararon el tráfico aéreo y cuando lo hicieron fue muy tarde. Incluso, meses después sus aviones siguieron volando internamente, como si la propagación fuese solo foránea. Cabe recordar que en el ataque y destrucción de las torres gemelas, minutos después de enterarse el presidente Bush del atentado todos los vuelos dentro del país fueron inmediatamente interrumpidos, viniesen de donde viniesen. Una de las explicaciones o razones de la baja propagación de la Covid-19 en los países africanos es que allí el transporte aéreo es mucho más reducido, pero la condición étnica puede estar asociada, sin datos concluyentes todavía. Es claro que el virus llegó en avión y no en barco, ya que este medio fue duramente castigado previamente. Y ahí comenzaron las dificultades.

A nivel científico, epidemiológico, tecnológico y farmacéutico el panorama fue diferente, con logros excepcionales. Nunca se había producido una vacuna a la velocidad que se hizo en el último año. Jamás la epidemiología había gozado de tanta importancia como en esta pandemia. Tampoco la genómica había sido tan útil al secuenciar más de 400.000 genomas en un año. En absoluto los ensayos médicos de seguridad de las fases I, II y III se habían realizado en tiempo récord, con toda la confiabilidad. Tampoco las videoconferencias, el teletrabajo y la actividad en casa habían estado en primera fila. Cientos de empresas tecnológicas ganaron millones poniendo estos recursos en manos de millones de personas (logro indirecto por confinamiento, no por la pandemia). Pero la otra cara de la moneda tuvo un precio alto: colegios y universidades cerradas, cientos de prácticas presenciales de formación obligada interrumpidas, bares, cafeterías y restaurantes se vieron cerrados, varios frentes económicos se vinieron a pique, como las aerolíneas, el turismo, el comercio en general y la vida al aire libre se vio afectada o prohibida. Por lo tanto, la salud mental y la seguridad alimentaria también fueron seriamente afectadas.

Una pregunta que me queda hoy es, si desarrollamos y liberamos varias vacunas en un tiempo récord, ¿por qué no desarrollamos ensayos clínicos a gran escala para probar al menos 50 medicamentos a esa misma velocidad? Un artículo de la National Geographic, publicado hace casi un año, daba cuenta de esa preocupación, que las grandes empresas farmacéuticas desplazaron su interés exclusivamente hacia las vacunas, quizás por la ganancia que iba a representar, independiente de los buenos propósitos que alguien pudiera tener. 

Sabemos hoy que en la ivermectina, la anakinra, el anticuerpo tocilizumab, el anticuerpo trastuzumab, el lopinavir, el ritonavir, el remdesivir, el interferón beta 1B, el interferón gamma, los glucocorticoides y la plitidepsina están depositadas las esperanzas para atacar al virus desde otro frente. Todos ellos ya se conocen y están autorizados para otras patologías. Esperamos que pronto varios de ellos, o al menos uno, lleguen a la mano de todos los usuarios, en caso de no ser posible un coctel tipo HAART. Ya sabemos que varios hospitales del mundo los están usando en fases I, II y III, aspecto muy divulgado en el campo científico, pero con poco conocimiento público. Será una ventaja, además de las vacunas, tener el tratamiento terapéutico; ello daría más posibilidades de regreso al colegio, universidad o trabajo, escogiendo uno o dos métodos para garantizar bienestar.

Otro obstáculo importante ha sido el uso no universal de las herramientas diagnósticas, aspecto que ha impedido un conteo más real. Estas no han llegado a toda la población mundial, ni a todos los países, asunto que es importante. Solo algunos sospechosos portadores del virus y muchos de los auténticamente infectados en casa o internados por meses, días u horas en hospitales, sanados o sacrificados por el virus, se les hizo una de las dos pruebas gold estándar de las que disponemos: la prueba inmunológica y la prueba de la PCR. Es algo contradictorio saber que para viajar en avión debo hacerme tal prueba, pero para ir a trabajar o continuar la vida cotidiana en muchos países no se aplica o exige, como ya lo impuso Alemania. Un concierto en Barcelona hace unos días garantizó la asistencia de cada participante negativo SARS-CoV-2 al evento, con prueba diagnóstica inmediata antes del acceso. ¿Por qué no hacer eso mismo todos los días y a toda hora en todo el mundo para todos? Ganarían todos: quienes hacen la prueba, las empresas, los colegios y las universidades, los estados, las comunidades y las familias, tendrían confianza al regresar a casa.

"Sin vacilar diría que por el momento en el mundo la única prevención real que tenemos a gran escala es el alcohol y el tapabocas, siendo una medida vieja de principios de siglo XX".

Sin vacilar diría que por el momento en el mundo la única prevención real que tenemos a gran escala es el alcohol y el tapabocas, siendo una medida vieja de principios de siglo XX. Como la vacuna y los posibles medicamentos aún no llegan a todos, las pruebas diagnósticas se deben reconsiderar para descartar siempre negativos, y no simplemente para reconfirmar positivos. Es bien entendido también que en su inicio varias pruebas inmunológicas tuvieron fallas, dando falsos positivos o falsos negativos. De todos modos, las nuevas cepas inglesa, sudafricana y brasileña han forzado la retoma a gran escala de las pruebas diagnósticas. Colombia dudó en aplicar las pruebas diagnósticas como la PCR mínimamente en aeropuertos y desde ahí han arrancado las dificultades para controlar la pandemia, no solo en nuestro país, pues asumir negativos sin confirmar es un garrafal error. Si algunas pruebas inmunológicas dan falsos positivos, afortunadamente tenemos la prueba molecular de la PCR. Por años la prueba de PCR ha sido útil, desde la enmienda del error de los falsos positivos de la prueba ELISA del HIV hasta su uso hoy para detectar el SARS-CoV-2.

Así mismo, sobre el estudio de la etiología de la Covid-19, poco se ha divulgado en el espectro mundial de los medios de comunicación, debido a la urgencia. En el inicio hubo mucho despliegue sobre algunos aspectos etiológicos, o de tratamiento, como pacientes oscurecidos o posturas en UCI, entre otros, pero al final el número de muertos y los entierros masivos cobraron más importancia. No obstante, ya hay bastante información fisiopatológica del virus en revistas científicas, las que fueron capaces de hacer un esfuerzo excepcional durante toda la historia de la ciencia por la pandemia. Ello muestra la necesidad de que la información debería ser de dominio público y no exclusividad de las editoriales, las universidades e institutos de investigación. Cientos de artículos científicos se publicaron en pro de la necesidad de encontrar soluciones contra la Covid-19. 

Finalmente, creo que otra dificultad surgida para combatir el virus está en el imaginario social, la idea de que el virus "no existe", que fue "un invento" o "ya desapareció", es una ola amenazadora más grande que la tercera del virus, ello unido al repudio por las vacunas. En las redes sociales se han difundido exageraciones o imprecisiones en un momento en que los datos de incidencia, prevalencia, infección, propagación, número R, no han parado de aumentar. De todos modos, no es necesario exagerar nada. Por psicología sabemos que ante las dificultades la mente humana prefiere huir e ignorar el problema para estar a salvo. Eso funciona para darnos ánimo y retomar fuerzas. Da resultado cuando yo sé que el virus ya no me matará o quizás cuando nos hemos dado cuenta de que no es posible hacer nada. 

Quizás en la mente de muchos seres humanos prevalece la idea que el virus nos ganó la batalla. Y no es así, ha sacrificado 2,8 millones de personas, menos del 0,04 % de la población mundial, y ha infectado a la fecha un total de 129 millones, es decir, el 1,7 % de la población mundial. Este conteo no se ha podido hacer rigurosamente por varias razones o dificultades, por ejemplo, muchos infectados en el mundo no se han contabilizado por ser asintomáticos o por haber estado poco afectados. Especulando que fueron quizás el doble, digamos 250 millones de infectados; de todos modos, eso no es más del 3,3 % de la población mundial. Un dato bajo aunque ha sido producto del manejo de las medidas de bioseguridad. Sin embargo, una tendencia negativa de esas cuentas es que los casos activos a la fecha no son 129 millones, siendo no más de 40 millones: un número alto para infectar el resto de la población mundial. En contraste, se han recuperado más de 73 millones personas. Un posible sesgo de estas cuentas positivas es que el coronavirus afectó el promedio de vida de la población mundial, ya que quienes murieron son precisamente aquellas personas que ostentaban el dato de esperanza de vida. 

"Por eso los retos son mayores para este nuevo año de pandemia, en nuestro país y en el mundo, ya que lo probado el primer año demostró que no fue suficiente, pues el balance muestra que no hemos controlado nada".

La tercera ola mundial de infección del virus ha arrancado con vacunación a bordo, con nuevas cepas rondando y con la tarea de continuar esperando se subsanen falencias y dificultades a nivel mundial. En el análisis de los datos desde lo científico no hay miradas optimistas o pesimistas, a diferencia de lo humano que puede guardar buenos deseos, lo que es lógico y consecuente. De nada sirve hoy culparnos. La lección: aprender de ello y no repetir los mismos errores. Por eso los retos son mayores para este nuevo año de pandemia en nuestro país y en el mundo, ya que lo probado el primer año demostró que no fue suficiente, pues el balance muestra que no hemos controlado nada.

Comparación a un año COVID
Las dos fechas comparativas de la gráfica de la OMS, del 31 de marzo 2020 al 31 de marzo 2021, son de casos de infección diaria.

 

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Mauricio Corredor Rodríguez
Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.

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Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.