Hace casi un siglo, el 25 de octubre de 1923, los 19 miembros del Comité Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo, en Suecia, decidieron, por voto secreto, la concesión del Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1923 a Frederick Grant Banting y John James Richard Macleod, de la Universidad de Toronto, por el descubrimiento de la insulina, artículo publicado en el Journal Laboratory Clinical Medicine, en 1922: La secreción interna del páncreas, al que siguió ese año: Extracto pancreático en el tratamiento de la diabetes mellitus, publicado en el Canadian Medical Association Journal.
Descripciones de enfermedades correspondientes a lo que llamamos diabetes se encuentran en los papiros médicos de los egipcios, en los textos ayurvédicos de Susruta en la India y en los textos hipocráticos. El nombre de la enfermedad aparece en el siglo II de nuestra era, se lo debemos al médico griego de la época helenística Areteo de Capadocia, residente en Roma, quien acuñó el término de diabetes, enfermedad que, desde la teoría humoral, consideraba fría y húmeda, construyendo el término con una palabra compuesta del griego dia: través y vetes: ir; es decir, pasar a través de, discurrir, en alegoría del agua, elemento que caracteriza a la enfermedad, que atraviesa el cuerpo del diabético a causa de la intensa e insaciable sed, desmesuradas ganas de beber acompañadas de un incontrolable aumento del orinar.
En jónico la palabra significa sifón. El agua pasa a través de los diabéticos, como escribía hace 1.800 años Areteo de Capadocia: "la diabetes… está generada por una causa fría y húmeda, las carnes y las partes sólidas del cuerpo se funden, transformándose en orina... la orina no pasa solamente a intervalos, sino que, como si todos los conductos estuviesen completamente relajados, es expulsada de continuo... manifiesta, al enfermo no le queda mucho tiempo de vida... padecen una sed intolerable, los líquidos que ingieren son siempre inferiores a la cantidad de orina que emiten; la razón es que dejan pasar una cantidad prodigiosa y no existe ningún medio para impedirles beber y orinar a continuación".
A la sustancia obtenida en los laboratorios de la Universidad de Toronto la denominaron primero Isletina para, posteriormente, cambiar por Insulina, nombre propuesto en 1909 por el fisiólogo belga Jean de Meyer, que intuyó la existencia de una sustancia producida por las células de los islotes de Langerhans, a la que denominó por su sitio de origen, Insulina.
Medio siglo antes, en 1869, un estudiante de medicina alemán, Paul Langerhans, con 22 años, diferenció mediante tinción un tipo de células pancreáticas "agrupadas en montículos redondeados", con forma de islotes, las células Beta del páncreas, que no cumplían una función en los jugos digestivos, pero se desconocía aún su papel. 20 años más tarde, los alemanes Oskar Minkowski y Josef von Mering, mientras estudiaban la función del páncreas en la digestión, en 1889, realizaron una pancreatectomía a un perro. Tras la operación observaron que el perro mostraba los síntomas de una severa diabetes, con poliuria, polidipsia e hiperfagia, notando que las moscas se apiñaban alrededor de los charcos de orina del perro pancreatectomizado, que presentaba intensa glucosuria.
Se demostró, mediante la creación de la primera diabetes experimental, que el páncreas era un órgano necesario para regular los niveles de glucosa en sangre y se abrió el camino de las investigaciones para aislar el principio activo que pudiera servir para tratar la diabetes. Cuatro años después, y 30 antes de la concesión del Premio Nobel, en 1893, el histólogo francés Gustave Edouard Laguesse llama a las células pancreáticas, en homenaje al estudiante alemán “islotes de Langerhans”, sosteniendo que constituían la parte endocrina del páncreas.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).