Hace tan solo 90 años, en la década de los años 30 del pasado siglo XX, en la ciudad de Tunja, a la que había llegado el ferrocarril del nordeste, que registraba una población de 17.000 habitantes y que, desde 1936, contaba con un aparato de rayos X, ejercían tres prestigiosos médicos y políticos tunjanos.
El primero, el más joven, era Aquileo Espinosa Calderón (1888-1962), médico escolar, médico legista, concejal de Tunja y creador del primer laboratorio de radiología en Boyacá. Era bachiller del Colegio de Boyacá y doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional de Colombia, graduado en 1921 con la tesis Pielonefritis Gravídica. En 1936, instala con el doctor Emiliano Vicaria, presidente de la Sociedad de Medicina de Boyacá, el primer Laboratorio de Radiología y trae el primer aparato de Rayos X que existió en la ciudad y en el departamento. Jefe de la Campaña Antileprosa, médico de la Gota de Leche, médico Escolar, de la Sala de Maternidad Baudilio Acero y jefe de la Oficina Central de Medicina Legal. Perteneció a la Federación Médica Colombiana, como uno de sus fundadores. Fundó una institución privada, la Clínica Tunja. Publicó en una revista local su estudio La Uncinariasis en Boyacá. Murió en Bogotá, a los 74 años.
El segundo médico tunjano era el humanista, educador, político y escritor Juan Clímaco Hernández (1881-1960), más conocido como El Negro Hernández, representante del indigenismo colombiano, hijo de un médico de Santa Marta, el doctor Miguel Hernández, que se estableció joven en Tunja, abriendo botica y consultorio, y de Juanita Niño, indígena analfabeta de Cucaita. Estudió el bachillerato en el Colegio de Boyacá, graduándose en 1897, para irse a estudiar a la Universidad Nacional de Colombia, donde obtiene el título de doctor en Medicina y Cirugía en 1904, con la tesis La Neurastenia y el Artritismo. Relaciones y Patogenia, primera aproximación a la Medicina sicosomática en Colombia. Médico del Hospital de Caridad, de la Penitenciaría, del Colegio de Boyacá y del Dispensario Antivenéreo, de esta experiencia escribe Almas de un Dispensario (1931). También fue concejal de Tunja, diputado a la Asamblea de Boyacá y representante a la Cámara, miembro de la Junta Departamental de Higiene y presidente de la Sociedad de Medicina de Boyacá. Se destacó por su labor periodística, fundando periódicos y escribiendo en otros tantos. Con Enrique Santos Montejo, Calibán, fundaron La Linterna. Profesor de Antropología, Sicología e Historia de la Filosofía en el Colegio de Boyacá y Rector. Académico de la Historia, publicó Raza y Patria, Hunza, Escenas y Leyendas del Páramo y Prehistoria de Colombia. Murió en Tunja, a los 79 años.
El tercero, el mayor de todos, el gobernador de Boyacá, senador y ministro de Educación, Silvino Rodríguez Álvarez (1873-1943), médico, educador y político conservador tunjano, estudió bachillerato en el Colegio de Boyacá y, también como los otros, en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá obtuvo su título de doctor en Medicina y Cirugía en 1898, con la tesis Adenopatía Bronquial Tuberculosa. En Tunja se desempeñó como médico y como profesor del Colegio de Boyacá y de la Escuela Normal de Varones de Tunja. Médico legista, presidente de la Sociedad de Medicina de Boyacá y miembro de la Junta de Higiene. En 1910, publica también sobre Anemia Tropical en el Repertorio de Medicina y Cirugía de Bogotá. Fue concejal de Tunja, diputado a la Asamblea, gobernador de Boyacá (1924-1926 y 1929-1930), y adelantó la transformación educativa en el departamento, con su secretario de Educación, Rafael Bernal Jiménez, quien con Julius Sieber, iniciaron el Curso Suplementario de Especialización en la Escuela Normal de Varones de Tunja, antecedente en 1928 de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. También fue represente a la Cámara (1917-1918), senador (1919-1924) y ministro de Educación.
Los tres médico tunjanos, los tres egresados del mismo colegio, de la misma universidad y de la misma carrera y los tres políticos. Cuenta el historiador Antonio Martínez Zulaica que, además de haber compartido el mismo tiempo, el mismo espacio y el mismo camino, en tiempos en que el mundo no era todo desechable tan solo disponían para realizar su ejercicio profesional de una aguja para aplicar las muy de moda inyecciones hipodérmicas, aguja que se intercambiaban entre los tres cada vez que alguno necesitaba aplicarle una inyección a alguno de sus pacientes.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).