Los efectos de la deprivación del sueño en el ser humano

Abel Fernando Martínez Martín | 29/10/2017 - 07:54 | Compartir:

A beneficio de la lucha contra la poliomielitis en Nueva York, en 1959, el conocido locutor Peter Tripp, quiso permanecer despierto durante 200 horas, en una cabina de cristal expuesta al público, rodeado de un equipo de enfermeras, psicólogos, psiquiatras y neurólogos, quienes le sometieron por largos 8 días a exámenes de laboratorio, electroencefalogramas y pruebas psicológicas para estudiar los efectos de la deprivación del sueño en el ser humano.

Horas sin dormir
Tripp en su cabina durante el récord de 201 horas sin dormir, logrado en Nueva York en 1959.

Al principio el cansancio, luego somnolencia; al tercer día veía telarañas en sus zapatos, confundía las manchas de la mesa con cucarachas, veía conejos en la cabina de transmisión y tenía serias dificultades de memoria. A las 100 horas se le hacían insoportables las pruebas psicológicas que le exigían atención o agilidad mental. Al quinto día empezó a tomar anfetaminas. Un problema de álgebra de fácil resolución se le convirtió en una tortura que le implicaba esfuerzos sobrehumanos, perdía cada hora más la capacidad de concentración y su agilidad mental. A las 110 horas apareció el delirio, veía gusanos peludos en un vestido de lana, corbatas que saltaban y bocas que chorreaban babas. A las 120 horas salió gritando y pidiendo auxilio al abrir un cajón y pensar que iba a explotar. A las 150 horas estaba desorientado en tiempo, espacio y persona y veía a Drácula en el reloj del estudio.

Peter Tripp, cumplía con su tiempo de transmisión durante el día, actividad que lo mantenía despierto enfrentando las peores crisis en horas de la noche, cuando disminuía su temperatura corporal y sus ondas cerebrales semejaban a un sueño profundo en el electroencefalograma. El último día llegó a la cabina un famoso neurólogo a entrevistarlo y Tripp lo confundió con un empleado de funeraria que quería enterrarlo vivo en complicidad con varios doctores, por lo que salió corriendo espantado. Tuvieron que tranquilizarlo y convencerlo de hacer su transmisión final y, luego de una hora de pruebas, se hundió en un sueño profundo y reparador de 13 horas, tras las cuales desaparecieron las ilusiones, las alucinaciones y la paranoia además de los problemas de memoria, concentración y de agilidad mental que lo caracterizaron durante el final de las 201 horas y 10 minutos, es decir, 8.4 días, que permaneció sin dormir, aunque la depresión le duró al trasnochado locutor norteamericano varios meses.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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