Ya empiezan a detectarse las primeras mutantes delta del SARS-CoV-2 entre nosotros. Asimismo, ya hace tiempo que se propagan acá las variantes alfa, beta y gamma. Al respecto, es clave aclarar la desinformación general. Primero, el que una cepa de un virus o bacteria sea más infecciosa, contagiosa o se expanda más rápido (virulenta), no quiere decir necesariamente que sea más mortal. El dato que tenemos disponible de la delta hindú es que es más contagiosa. La alfa o cepa inglesa ha sido más mortal que la delta. Lo mortal tiene dos visiones: una epidemiológica y otra patológica. Si hablamos de que las poblaciones en riesgo ya están vacunadas, es posible que las vacunas sean una barrera de protección incluso contra la delta. Sin embargo, ya estas últimas dos semanas se encontraron los primeros casos en Medellín y Bogotá, lo que demuestra -ahora que está bajando la propagación entre nosotros- que el buen comportamiento presentado en este momento, frenaría también la propagación de esta cepa, para así lograr la inmunidad de rebaño, pues está claro que no solo con la vacuna se logrará, pero sin ella será más difícil. Preocupan también las nuevas variantes: la colombiana y la uruguaya tan infecciosas como la delta, reportadas esta semana.
Por eso, si se acaba de vacunar, por favor, durante los primeros días de la inmunización no se deje infectar, ya que su organismo está reaccionando o activando su sistema inmune, preparándose para la defensa. Dejarse infectar en ese momento, olvidando todas las normas, es contraproducente para el organismo. Si a esa preparación del sistema inmune le agregamos una nueva carga viral la respuesta inmune se verá debilitada y su organismo pagará las consecuencias de su descuido. No es que la vacuna no sirva o esté hecha para causarnos malestar los primeros días, es que la inmunización no la realiza el organismo en unas cuantas horas, se requieren días y semanas. Después, incluso, se requiere un refuerzo. Bien, recibimos con beneplácito esa segunda dosis y pasado un mes estaremos protegidos en un alto porcentaje de no morir por el virus.
Un grupo de amigos, colegas y conocidos ya estamos vacunados, así como una parte de mis familiares. Hay otro grupo de amigos que no están vacunados, quizás no lo hagan o, incluso, no se pueden vacunar. Estos últimos no son de grupos antivacunas (asunto más político que prosalud). Su opción se la respetamos y he podido constatar que son personas muy responsables que no salen sin tapabocas a la calle y que se cuidan y cuidan a los demás. Tampoco ellos me criticaron por vacunarme y han respetado mi opción. De antemano excusas si todo esto suena pretencioso o falto de modestia por alardear con mi círculo de personas, lo que simplemente trato de decirles es que todos debemos contribuir para lograr la inmunidad de rebaño y creo que hay muchos que piensan igual que yo.
He estado con familiares o amigos, muchos vacunados, en reuniones sociales o en restaurantes de Medellín y tan pronto terminamos de comer o beber, inmediatamente, vestimos el tapabocas para continuar la grata reunión o para retirarse pronto evitando aglomeración. Lo que me sorprende todavía es ver en estos sitios que algunos jóvenes y adultos pierdan, olviden o no usen el tapabocas y ahí ya quebramos la cadena de protección. Sé que es una "mamera" usar el tapabocas, como piensan algunos y estaría de acuerdo, pero los sacrificios y bondades no son gustos y es egoísta solo pensar en el beneficio propio olvidando el de los demás. Además, en ese caso, ahí la cepa delta está lista esperando a los incautos o a los nihilistas: "me he de morir de algo". No lo discuto ni rebato, respeto su opción, pero no la comparto y, asimismo, qué fin tiene llevar el virus a casa y sacrificar a familiares si cuidándonos en la calle eso no sucederá. Recordemos también que infectados no reactivaremos ninguna economía.
No me corresponde discutir desde el lado de la ciencia la legalidad o la ilegalidad de un pasaporte de vacunado; ya Francia lo implementó y sus nacionales salieron en bandadas a protestar. Uno no sabe qué pensar, creo que el Estado y los ciudadanos debemos asumir que es un derecho el querer estar sano. Creo que ningún antivacunas dirá que es un derecho querer estar enfermo. ¿Qué clase de derecho es ese? Entenderemos bien que es un derecho el quererse sanar o no, como el derecho a la eutanasia para no sufrir más, pero si olvidamos los derechos de los demás ya estamos muertos. Con toda modestia reitero que muchos como nosotros, vacunados o no, se cuidan y cuidan a los demás, y ahí está la clave: la responsabilidad es de todos y esa convicción vencerá al virus. Macron declaró el SARS-CoV-2 un asunto de seguridad nacional y Trump, siendo presidente del país de la ultraseguridad nacional, consideró el virus una necedad para sus intereses económicos. Me da pena decirlo: la pandemia mostró que los sistemas de salud de todos los países, pobres o ricos, evidenciaron su subdesarrollo; las tres potencias no han ganado aún nada contra el virus, algo tan chico les ganó la batalla durante 19 meses. El confinar a no vacunados por no tener otra herramienta adicional contra el virus, como un medicamento o hacer diagnósticos continuos, es llegar al extremo, quizás, de llevar a la cárcel a los fumadores o esterilizar niños con síndrome de Down, como sucede en algunos países.
Usted sabe que el alcohol y el cigarrillo dañan su salud y sabe, también, que no puede fumar en sitios públicos. Si lo llegase a olvidar, una madre con un niño de brazos a su lado se lo recordará y si usted es una persona responsable, independiente de su vicio, procederá en consecuencia. Allá usted si quiere dejar o no el vicio, pues las tabacaleras y licoreras se lo patrocinan. Usted no puede fumar en los aviones y de olvidarlo recibiría una reprimenda. Asimismo, si íbamos a viajar vía aérea en el 2020, antes de que aparecieran las vacunas de la COVID-19, se confirmaba con un examen PCR o inmunológico la negatividad del virus y listo, a viajar de ser negativo. Si llevar todo a los extremos es la consigna, me pregunto ahora si las aerolíneas inventarán pasaportes para los no fumadores, los no enfermos genéticamente, los no eufóricos o no depresivos o cualquier otra condición o no defecto. El examen negativo es tan importante como la vacuna para descartar portadores y los asuntos de seguridad nacional siempre caen en la inmoralidad por hacer justicia con mano propia, olvidando los derechos de todos para favorecer a unos cuantos.
En esa carrera de aplicar tres, cuatro o cinco dosis a cada persona, los Estados parecieran hacerles el juego a las empresas farmacéuticas. De nuevo a la OMS, en franco outside, le toca estar cayada, pues no le darían plata, so pena de no recibir vacunas por opinar correctamente. Qué buen antídoto, ¿no? Sin embargo, la OMS ya pronunció su desacuerdo sobre la obligatoriedad de vacunarse. Ahora, los que tenemos las dos dosis de Pfizer debemos ponernos la tercera, o quizás la cuarta o la quinta. Oxfam reveló recientemente los nuevos precios de las vacunas y el nuevo costo para los Estados, que se empeñaron en mantener secreto (poco moral eso). La millonada que han ganado estas casas farmacéuticas demuestra que somos un buen negocio y ahora no solo no entregan patentes sino que deciden subir los precios a niveles escandalosos, faltando totalmente a la ética y a la moral de la salud humana. Los Estados pretenden hacer democracia obligándonos con pasaporte de vacunas, pero invierten la moral a la hora de pagarle el precio que les dé la gana a las empresas y guardan tajadas por debajo, como el nuevo escándalo en Brasil. Así no se da ejemplo. Si la ilegalidad es la nueva moralidad, entonces, la virtud de crear algo benéfico como una vacuna termina siendo inmoral. Así las cosas, acabará siendo cierto el viejo adagio de que es peor el remedio que el mal, pues el precio discrimina sobre todo a países pobres y niega su acceso.
En la guerra comercial de las vacunas, patrocinada por los países industrializados y la explotación desmedida de patentes, esta semana Moderna demostró que después de seis meses su vacuna sigue produciendo anticuerpos en los vacunados, incluso contra la cepa delta. La pregunta es ¿harán lo mismo PfizerBiontec o AstraZeneca? o caerán en la proclividad de: "compra primero la tercera dosis y después hablamos". Ahí aquellos que apoyamos la investigación, la ganancia justa, el favor mutuo recibido y el beneficio para todos, no podremos estar de acuerdo, pues un negocio así es discriminatorio, olvidando el bienestar de todos, fundándolo sobre la base de que el bienestar debe ser político y comercial, yendo por encima de los derechos fundamentales que tanto incomodan a burócratas negociantes. Contrario a ello, el presidente Biden salió muy contento anunciando la detención temporal de patentes, pero él no es el que manda el tema, ya sabemos que son las empresas.
De nuevo muchos políticos no aprenden nada de la pandemia o no quieren aprender, ya que no les conviene. Creen que manipulando, llevando banderas de color y lavando cerebros en China, Rusia, Europa o EE. UU. ya resolverán el calentamiento global, del cual portan su gran culpa, así como la de la contaminación del medio ambiente, la del mantenimiento de guerras de guerrillas, las de la venta de armas, drogas y la de la corrupción, que son una excelentes fuente de ganancias. Dirán: ¿por qué detener las ganancias? Cierto, no ha habido interés de cambiar nada de eso y, obvio, mucho menos de mejorar a fondo la salud de todos. Si no hay ganancia no hay negocio, por eso el negocio de la compra de CO2 es solo un negocio, no es para cambiar el calentamiento global. La principal fortuna del mundo no es el dólar, el euro o el oro, la principal moneda del mundo o la mejor divisa se llama POBREZA y mantenerla genera infinitas ganancias. Ese ha sido el mejor producto de fabricación del mundo industrializado, eliminarla sería su peor error, por eso hay regalos para todos, regalos nada más. Crea pobreza afuera y verás cómo las bolsas explotan de ganancias.
Los políticos de mi país son los mejores alumnos de esa escuela. Muchos recordamos cómo se han vendido votos por mercados o botellas de aguardiente, para así ocupar altos cargos dignatarios, en los años setentas, ochentas y noventas. Ahora es más técnica la cosa: te damos casa o estipendios, pero votas por nosotros. No importa lo que haya o suceda alrededor, total la idea es garantizar los votos. En medio de esa compra de votos se cerró de un tajo el Instituto Colombiano de Seguros Sociales (ICSS), después llamado ISS, para no ser más colombiano. Luego aparece la Ley 100, para favorecer a los más adinerados del país y dejarnos a todos de brazos caídos, recibiendo menos salario en caso de enfermedad; muy saludable la táctica. Así las cosas, dizque las nuevas EPS nos iban a salvar de la corrupción que había en el ISS, y por eso se cerraron SaludCoop y tantas otras en medio de los desfalcos, que parecen ser los mejores desayunos cada mañana en la prensa del país. Corrupción con huevos y chocolate, que dan indigestión y generan más descontento y desolación (el último desayuno, el del MinTic). Tratando de "mejorar" poco o nada los descontentos, ahora los promotores del odio en el país se declaran adalides del antiodio: ¿sentimiento de culpa o fingimiento? De esos dos no sale.
Mauricio Corredor Rodríguez
Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.