San Roque, santo patrono de las víctimas de la peste

Abel Fernando Martínez Martín | 28/02/2024 - 19:46 | Compartir:

Los santos antipeste más recurridos desde la epidemia de la peste negra del siglo XIV y desde las que le siguieron en el tiempo, fueron, luego de la Virgen María, el aseteado San Sebastián y San Roque, santo patrón también de los peregrinos, que fue canonizado en 1998 y cuya fiesta se realiza el 16 de agosto; este último, había nacido en la ciudad francesa de Montpellier, que fue sede de una famosa escuela de medicina, era miembro de una noble y rica familia de la ciudad de Occitania. 

San Roque, santo patrono de las víctimas de la peste
Izquierda: escultura de San Roque, obra del escultor español Pedro Roldán, que está ubicada en el Retablo mayor de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, en España.
Derecha: óleo sobre lienzo de San Roque, patrón de los peregrinos y de los apestados, que se encuentra en Madrid. Obra del pintor español del barroco Bartolomé Esteban Murillo (1645-1650).

Al morir sus padres, Roque renunció a sus títulos, repartió su fortuna entre los pobres y se fue en peregrinación a Roma, en un viaje que se ubica entre 1368 y 1370. En el camino a la Ciudad Santa el peregrino fue alcanzado por la reinante epidemia de peste y en ciudades como Acquapendente, Rímini, Novara y Cesena, Roque curó a los enfermos haciéndoles la señal de la cruz en la frente y, en Roma, curó a un cardenal quien lo condujo luego ante el Papa Urbano V. 

A los que morían, Roque tampoco los abandonaba ya que se encargaba de darles cristiana sepultura, pues nadie se atrevía a acercarse a los cadáveres de los apestados que quedaban abandonados por miedo al contagio de la mortal peste.

En Plasencia (Piacenza), ciudad de la Emilia-Romaña italiana, Roque, cuyo nombre significa "fuerte como una roca", contrajo la temida enfermedad epidémica del siglo XIV, la peste negra, a cuyos enfermos y muertos atendía; su cuerpo quedó como los que conocía, lleno de bubas y de úlceras. 

Como Roque no quería convertirse en carga para nadie, se arrastró a las afueras de la ciudad, de donde para otros fue expulsado por apestado, para morir solo, y se refugió en un cercano bosque. Allí, donde se estableció, nació inmediatamente una fuente de agua donde calmaba la sed, mientras un ángel que se le apareció le curaba las heridas y llagas de la peste. 

Poco tiempo después, un perro de caza llegó con una hogaza de pan y se la dio a Roque para que se alimentara y se recuperara, lo que ocurrió todos los días y por varios días, pues el perro, que se llamaba Rouna, sacaba el pan de la cocina de su amo, hasta que un día el amo notó la reiterada falta de pan y decidió vigilar y luego seguir a su perro de caza y descubrió así lo que sucedía con la convalecencia de Roque. 

El dueño del perro de caza, que se llamaba Gothard, se encargó desde ese momento de cuidar a Roque, de alimentarlo y curar sus llagas. Cuando se recuperó, Roque convirtió a su protector en un eremita y regresó a la ciudad, donde siguió curando a personas y, también, cuenta la leyenda, a animales. 

Vuelto a su natal Montpellier no fue reconocido por los suyos y, en vez de eso, fue tomado por espía por los franceses durante la guerra, fue encerrado en prisión donde Roque murió. En ese momento el calabozo se iluminó y su carcelero descubrió cerca de su cuerpo una inscripción trazada por un ángel que decía "eris in pestis patromus"; es decir, serás el santo patrón de las pestes. 

Sus reliquias fueron trasladadas primero a Montpellier y luego a Venecia, donde se conservan y su fama creció, superando a la de su antecesor y patrono de las pestes San Sebastián o al jesuita San Carlos Borromeo, promovido por la Compañía tras su actuación en la epidemia de peste de Milán. 

San Roque se hizo famoso por toda Europa, desde Portugal hasta Alemania; en muchas ciudades de España se le rinde culto al patrón de los apestados. En París y en los Países Bajos, se le representó en cuadros y en imágenes de bulto, siempre con su bastón y vestido de peregrino, con su perro Rouna que le lleva el pan en la boca, mostrando, San Roque, con el dedo, el bubón de su muslo, que le apareció cuando sufrió la peste negra en Plasencia y, a veces, el ángel que lo curaba lo acompaña. 

Su culto se extendió rápidamente por toda Hispanoamérica, asolada por las epidemias. En Tunja se conserva un óleo, obra del pintor italiano Angelino Medoro, discípulo de Miguel Angel, en la Iglesia de San Francisco, que fue sacado en procesiones y rogativas en las pestes coloniales y, también, en la procesión rogativa organizada por el obispo Maldonado Calvo, en la epidemia de gripa de 1918-1919.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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