El médico renacentista Paracelso, quien se doctoró en medicina en la Universidad italiana de Ferrara en el siglo XVI, donde también estudiaba otro símbolo de la modernidad, Copérnico, nació en Einsiedeln, Suiza. Aurelius Philippus Teofrastus Bombast von Hohenheim (1493-1541), quien es más conocido como Paracelso, que significa en latín igual o semejante a Celso, era un enciclopedista romano del siglo I de nuestra era, que escribió sobre medicina, aunque no era médico.

Paracelso es conocido, también, como El Lutero de la Medicina, por sus antidogmatismos y por quemar los libros clásicos de Galeno y Avicena en la plaza pública de Basilea, rompiendo así con la medicina antigua. Sostenía en alemán, el idioma en que hablaba y escribía despreciando el latín, que "el médico no puede ser un enmascarado ni un melindrosa anciana, no puede ser un verdugo, ni un embustero, ni un despreocupado, sino un hombre veraz".
El polémico Paracelso, médico, alquímico, astrónomo y filósofo, peregrinó por toda Europa y destacó entre sus contemporáneos por defender la ética médica, que reivindicó siempre, así como la experimentación y el retorno a la Naturaleza, la unión de la medicina y la cirugía, que la Edad Media había separado dejando la cirugía en manos de los barberos, la explicación química del cuerpo humano y el uso de sus elementos como medicamentos, como es el caso del mercurio, que utiliza como antisifilítico para tratar la enfermedad venérea que tuvo un comportamiento epidémico en su tiempo.
El reformador médico Paracelso es el fundador de la corriente conocida en la historia de la medicina como Iatroquímica, que rivalizaba con la corriente Iatrofísica que seguía los preceptos de Descartes, que concebía al hombre como máquina que seguía las leyes de la Física, y es el primero en apartarse de la explicación de la enfermedad a partir de los cuatro humores: flema, sangre, bilis amarilla y bilis negra, reduciendo el cuerpo humano a tres elementos alquímicos: el azufre, el mercurio y la sal, además de ser el creador de un remedio que se usará masivamente por cinco siglos, desde el Renacimiento hasta el siglo XIX, una mezcla de opio y alcohol, que se hará famoso: el láudano.
En un texto que escribió en 1528, Paracelso especificó las cualidades que debería tener un médico profesional para ejercer el oficio de la medicina en su tiempo, un tiempo de transición entre la Edad Media y la Modernidad, en su caso, entre la medicina antigua y la medicina moderna, entre la alquimia y la química:
“Una conciencia tranquila,
Afán de aprender y acumular experiencias,
espíritu alegre e infinita tolerancia,
conducta recta y sobriedad en todas sus cosas.
Debe apreciar más el honor que el dinero
y considerar antes el provecho del enfermo que el suyo propio.
No puede ser un monje desertor,
ni una persona satisfecha de sí misma,
no debe obrar sin madura reflexión,
ni emprender nada a ciegas
ni desestimar pequeños incidentes.
No se jactará de un buen resultado
sino le ha precedido la experiencia,
nunca se prostituirá ni ensalzará
y tampoco debe despreciar a nadie”.

Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).