El anticientífico espectáculo teatral de Charcot en La Salpêtrière

Abel Fernando Martínez Martín | 13/01/2024 - 12:11 | Compartir:

Hablábamos en la Cátedra anterior del escritor, médico y estudioso de la hipnosis, el sueco Axel Munthe (1857-1949), quien dejó testimonio de las escenas que se hacían con las histéricas de Charcot en el hospital de La Salpêtrière -reuniones a las que asistió- en su libro La Historia de San Michele, que se constituye en la primera crítica demoledora del que califica como anticientífico espectáculo teatral, realizado en París por el reconocido profesor, académico y neurólogo francés Jean-Martín Charcot.

El anticientífico espectáculo teatral de Charcot en La Salpêtrière
Una lección de Charcot en La Salpêtrière, óleo de André Brouillet (1857-1914) presentado en el Salón de 1887 (3 m de alto x 4,25 m de ancho) en la Facultad de Medicina de París. El discípulo y neurólogo franco-polaco Joseph Babinski sostiene a la paciente expuesta en la lección de los martes, detrás de su maestro Charcot. El primero sentado en la parte de abajo, es el también neurólogo y discípulo francés Gilles de la Tourette.

Escribe el médico sueco Axel Munthe en su libro autobiográfico:

"El enorme anfiteatro estaba repleto […] ecritores periodistas, actores y actrices de primera fila, todos morbosamente curiosos por presenciar el sorprendente fenómeno del hipnotismo, casi olvidado desde los tiempos de Mesmer […] Para mí, que durante años había empleado la mayor parte de mi tiempo libre al hipnotismo, aquellas representaciones en el escenario de La Salpêtrière ante el público de todo París no eran más que una absurda farsa, una inextricable mezcla de verdad y de embrollo […] 

Algunas olfateaban con deleite una botella de amoniaco cuando se les decía que era agua de rosas; otras comían un pedazo de carbón si se lo presentaban como chocolate. Otra se arrastraba en cuatro patas por el suelo, ladrando furiosamente, cuando se le decía que era un perro. Otra batía los brazos como si quisiera volar cuando era convertida en paloma. Otra se levantaba las faldas con un grito de terror cuando arrojaban un guante a sus pies diciéndole que era una serpiente. Otra caminaba con un sombrero de copa en brazos meciéndolo y besándolo tiernamente al sugerirle que era su hijo. 

Hipnotizadas a diestra y siniestra, docenas de veces al día, por doctores y estudiantes, muchas de aquellas desgraciadas muchachas pasaban el día en un estado de semiletargo, aturdidos sus cerebros por toda clase de absurdas sugestiones, semiconscientes y seguramente irresponsables de sus actos, destinadas, más tarde o más temprano, a terminar sus días en la sala de agitados o en el manicomio… 

Condeno las representaciones de gala los martes en el anfiteatro como anticientíficas e indignas de La Salpêtrière […] Tuve grandes dudas sobre la exactitud de las teorías de Charcot, tan aceptadas sin oposición por sus discípulos, a ojos cerrados, y el público, lo que solo puede explicarse como una especie de sugestión colectiva".

Sobornadas por el estatus especial de que gozaban en el purgatorio de la experimentación y amenazadas con volver al infierno de los incurables, las histéricas posaban, pacientemente, para las fotografías que sustentaban la veracidad de lo representado en el anfiteatro de Jean-Martin Charcot y se sometían a presentaciones de ataques histéricos ante las multitudes, como escribe en su primera obra, La invención de la histeria (1982), el historiador de arte y filósofo francés Georges Didi-Huberman. El libro, analizando el espectáculo del neurólogo Charcot con las histéricas, pone en evidencia, a través de la iconografía fotográfica que difunde Charcot, realizada los martes en el anfiteatro de La Salpêtrière, cómo jamás se pudo encontrar ni el lugar donde residía la causa de la histeria ni el sitio donde se alojaba la histeria.

A partir de la muerte del polémico médico, profesor y académico francés, sucedida un 16 de agosto de 1893, de una angina de pecho, su legado se desintegró rápidamente. Sus teorías fueron rechazadas. Sus amigos lo abandonaron. En 1898 se inauguró una estatua de Jean-Martin Charcot, de pie, como si estuviese en medio de una lección de los martes, que fue situada en las puertas de La Salpêtrière

Durante la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Vichy lanzó una colecta de objetos metálicos por toda la Francia ocupada por los nazis. La estatua de Jean-Martin Charcot fue fundida con fines bélicos y nunca hubo ningún interés en recuperarla. Solo se acordaron del profesor, académico y neurólogo francés y de sus populares espectáculos públicos los surrealistas franceses André Breton y Louis Aragón quienes invitaron, en el siglo XX, al mundo a celebrar el quincuagenario del nacimiento de la histeria, a la que consideraban como “el mayor descubrimiento poético de finales del siglo XIX", logrado por el maestro Jean-Martin Charcot en el anfiteatro pintado de rojo del hospital parisino de La Salpêtrière. A mediados del siglo XX, en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría, la poco surrealista APA, descalificó la histeria como enfermedad y afirmó que se trataba de un mito más.
 

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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