El hospital de La Salpêtrière, construido por Luis XIV en el siglo XVII, donde hubo antes un polvorín, de ahí su nombre Salpêtrière (salitre), fue por siglos el hospital público de París. Denominado oficialmente "Hospital general para el internamiento de los pobres de París", fue construido con el fin de recluir a los pobres, los vagabundos y los anormales de la capital francesa y "poner fin a la mendicidad y la ociosidad”, consideradas la fuente de todos los desórdenes sociales.
El hospital francés tenía tres partes componentes: La Pitié, para los niños, La Bicetre, para los hombres, y La Salpêtrière, para las mujeres. Años después, en 1684, se hizo un nuevo edificio con el fin de recluir a las mujeres y una cárcel para recluir a las prostitutas de París. Al llegar la Revolución, con Pinel, y la “liberación” de los locos, La Salpêtrière tenía 10.000 enfermos y 300 detenidos; no ofrecía tratamientos ni cuidados, ofrecía exclusión, se trata del "Gran confinamiento", de Michel Foucault.
Para el prestigioso neurólogo francés Jean-Martín Charcot (1825-1893), llamado el Napoleón de la neurosis, era el "gran asilo de la miseria humana". Charcot fue nombrado en 1862 en La Salpêtrière, donde le encargan un pabellón de epilépticos y, como se les llamaba en esos tiempos, de histérico epilépticos. Charcot se dedica, tras haber trabajado en otras enfermedades neurológicas, de lleno a la histeria; enfermedad amorfa e indefinida con síntomas confusos que reemplaza por un conjunto aparentemente ordenado y coherente de signos físicos, en pleno auge del positivismo. La histeria fue conocida como la "gran enfermedad del siglo", el siglo victoriano, el siglo XIX, el siglo de Charcot, miembro de las francesas Académie de médecine (1873) y de la Académie des Sciences (1883).
Tras no encontrar la lesión cerebral que la explicara, el neurólogo intenta subsumir los síntomas aleatorios bajo las leyes positivas y ordena las cuatro fases que, según Charcot, hacen parte de un ataque histérico, enfermedad neurológica que, paradójicamente, nunca se dio fuera de La Salpêtrière, donde Charcot la había creado, en un espacio cerrado apropiado, una escenografía teatral, en el anfiteatro pintado de color rojizo, con un escenario al frente e iluminación artificial, pese a estar programado para dar clases en la mañana y tener grandes ventanales, con bancos y asientos reservados para los espectadores más importantes.
Charcot convirtió, en las lecciones de los martes, a la histeria y a sus histéricas, en un gran espectáculo público, que fue registrado en fotografías que aumentaron su fama y también la de la histeria, que crecieron geométricamente. No eran los histéricos los que atraían al público visitante, eran las atractivas mujeres ataviadas con poca ropa, quienes ante el público masculino representaban las fases del ataque histérico definido por Charcot: las contorsiones corporales imposibles, las actitudes sexuales, los gestos emocionales, las poses eróticas y las convulsiones. Jean María Charcot, médico y artista, usaba luces brillantes, sonidos fuertes, pinchaba los cuerpos de las histéricas, les aplicaba el magnetismo de Mesmer y la electroterapia.
Charcot, que es considerado como uno de los fundadores de la neurología moderna, les administraba también éter, además de usar la hipnosis y la compresión ovárica con sus manos, para provocar en las pacientes las espectaculares crisis, que ofrecía al público parisino en las promocionadas lecciones de los martes en La Salpêtrière y registra mediante la recién inventada fotografía, que le aporta un halo de verdad a sus hechos científicos. Entre sus discípulos se encuentran personajes importantes en la medicina de los siglos XIX y XX como Freud, Bouchard, Janet, Babinski o Gilles de la Tourette.
Escritores como el ruso León Tolstoi y el francés Maupassant, que terminó loco, expresaron desde temprano su desdén por las prácticas de Jean-Martin Charcot, aunque no sirvieron de mucho sus opiniones, su fama aumentó. Otro escritor, médico y estudioso de la hipnosis, el sueco Axel Munthe (1857-1949), recontruyó las escenas que se hacían con las histéricas de Charcot en La Salpêtrière (reuniones a las que asistió), en su libro autobiográfico La Historia de San Michele, donde hace la primera crítica demoledora del que califica como anticientífico espectáculo teatral con la histeria, del famoso neurólogo francés Jean-Martín Charcot. Continuará…
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).