Los Pijaos, al momento de la conquista, constituían una federación de cacicazgos que poblaban, además de otros pueblos, la Cordillera Central de los Andes colombianos, entre los nevados del Huila, del Quindío y del Tolima; el valle alto del rio grande de la Magdalena y el alto valle del Cauca, que fueron calificados como caribes, por su belicosidad, por los cronistas y las autoridades coloniales.
Los Pijaos mantuvieron, desde mediados del siglo XVI hasta la segunda década del siglo XVII, fuertes enfrentamientos con las tropas enviadas por las autoridades de la Audiencia de Santa Fe y de la gobernación de Popayán. Deformaban los cráneos y pintaban su cuerpo. Su lengua fue calificada por Paul Rivet como de la familia caribe, pero hoy se considera como una lengua aislada.
Los Pijaos, según los documentos de archivo y los cronistas, se alimentaban principalmente de maíz, del que hacían bollos y sacaban la chicha, "su principal sustento y regalo", que preponderaba en el territorio sobre el resto de cultivos. También sembraban otros alimentos como frijol, arracacha, yuca, papa, achira, aguacate, papayuela y piña. Además de la carne obtenida de la caza y el pescado de sus ríos. Obtenían oro de aluvión también en sus ríos y, los Pijaos, se destacan por su cerámica y su orfebrería.
Pasando al tema de la sexualidad, hay que precisar que pija es una palabra muy española, que está documentada en la península ibérica desde el medieval siglo XII y que se refiere al órgano sexual masculino. Según la Real Academia Española de la Lengua, procede: “De pija 'miembro viril', y este de la onomatopeya pish, imitación del ruido de la micción”.
Debido a la exuberancia de sus miembros, que los pobladores del territorio andino llevaban orgullosamente descubiertos, los soldados españoles de la conquista llamaron Pijaos a los naturales del actual departamento del Tolima, que se llamaban originalmente Pinaos.
Sobre este curioso tema de la historia de la sexualidad precolombina colombiana, el cronista del siglo XVII, profesor, visitador franciscano y guardián del convento de Santafé, Fray Pedro Simón, en su obra, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, afirma que lo de Pijao fue un: "nombre puesto por los españoles (...) mudándole la n por la otra letra (...) cuando los vieron tan deshonestos que traían sin ninguna cobertura las partes de la puridad".
Lo de pija y Pijao lo ratifica en verso el cronista, soldado, poeta y beneficiado de la Iglesia mayor de Tunja, Juan de Castellanos, en su extenso poema Elegías de varones ilustres de Indias, que está compuesto de 113.609 versos endecasílabos, agrupados en octavas reales, lo que convierte a las Elegías en el poema más extenso existente en el idioma castellano y en cualquier lengua, que fue publicado en 1589.
“Ansí los llaman a los de esta casta
los españoles y es la razón cierta
porque la corpulencia de aquel asta
se precian de traerla descubierta”
Entre otras costumbres de los Pijaos, cuentan los cronistas que a las niñas les practicaban deformaciones en piernas con chaquiras, fuertemente apretadas, que quitaban al consumarse el matrimonio: "La primera noche que duermen con los maridos sueltan sus ligaduras en señal de que no quedan doncellas y a las que no lo fueran las matan sus maridos por el engaño que le ha hecho".
El adulterio se castigaba con severas sanciones entre los Pijaos, como la entrega de la culpada a los solteros del grupo y luego su entierro hasta la cintura, en un camino público, en donde era lapidada hasta morir. Las viudas sólo se podían casar con uno que fuera también viudo y los guerreros pijaos, antes de entrar en combate, realizaban ayuno sexual.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).