Los ritos de iniciación de los muiscas

Abel Fernando Martínez Martín | 24/05/2021 - 07:14 | Compartir:

Los cronistas de la conquista resaltan que los muiscas, que habitaban el altiplano cundiboyecense de los Andes Orientales en momentos de la conquista europea, eran un pueblo con una compleja organización, muy ritual y, también, muy fiestero. El Adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada cuenta en el Epítome que se le atribuye, que: "Es gente muy perdida por cantar y bailar a su modo y eso son sus placeres". "Para conocer si los niños habían de ser venturosos o desgraciados", cuando los destetaban, los muiscas: 

Los ritos de Iniciación de los Muiscas
Dos bellas obras de orfebreria muisca, que se encuentran en el Museo del Oro del Banco de la República. Izquierda, balsa muisca, elemento principal en las ceremonias en la laguna de Guatavita que dio sustento a la leyenda de El Dorado, de apenas 20 cm de largo, 10 de ancho y alto. El cacique muisca cubría su cuerpo con oro en polvo y, a la derecha, bello Tunjo Muisca que representa a una mujer con su niño, fabricada a la cera perdida, de 8.4 cm de alto.

"Hacían un rodillo pequeño de esparto con un poco de algodón en medio, mojado con leche de la madre, y yendo con él seis mozos, buenos nadadores, lo echaban en un río y tras él, los mozos nadando. Y si el rodillo se volvía entre el oleaje del agua antes que lo alcanzasen, decían había de ser desgraciado el niño… pero si se lo recobraban sin trastornarse, juzgaban había de tener mucha ventura y así contentos se volvían a casa de los padres y diciendo lo que les había pasado, se hacían fiestas".

La ceremonia continuaba con una trasquilada ritual del pequeño niño y la celebración colectiva con la chicha de maíz, que nunca faltaba en las celebraciones, con motivo de la entrada a la sociedad del nuevo miembro, lo registra así el cronista Fray Pedro Simón:

"Llegaba luego cada uno de los mozos y otros que tenían convidados y quitaban con unos cuchillos de caña o piedra, al niño que está sentado en una manta, un mechón de cabello hasta que lo dejaban sin ninguno. Estos echaban después en el río donde lavaban el niño… después de estar bien remojados con chicha con que concluía la fiesta". 

Tras la ceremonia el niño, que había sobrevivido a la mortalidad infantil, recibía por primera vez un nombre. En cuanto a las niñas muiscas, en la menarquia, la niña era cubierta con mantas de algodón y obligada a permanecer durante seis días en un rincón del bohío, lo narra Simón en sus Noticias Historiales

"Cuando a la doncella le venía su mes la primera vez, le hacían estar sentada seis días en un rincón, tapada con una manta la cabeza y rostro, después se juntaban algunos indios... y puestos en dos hileras como en procesión, llevándola en medio, iban hasta un barrio donde se lavaba y volviéndola a la casa, hacían las fiestas que solían de chicha".

El rito de iniciación masculino entre los muiscas, que pertenecen a la familia lingüística Chibcha, incluye el olvido de la etapa anterior a través de la quema simbólica de las basuras, la purificación del agua y el proceso de asumir una nueva vida como hombres adultos que deben conseguir el alimento y ofrecerlo a algún miembro de la comunidad. Una carrera por los cerros que rodean a Tunja, sede del Zaque, era parte de la iniciación a su vida de adultos. El ritual lo describe también el cronista Fray Pedro Simón:

"Otras fiestas que celebraban por el mes de marzo y junio y ésta era la más solemne porque a los primeros del mes quemaban toda la basura de casa y aquella ceniza y la demás que había sacaban al campo; hacían que los muchachos se lavasen, enviándolos a esto azotados con una mochila de red y a pocos días había de traer el muchacho algo de presente a quién lo azotó; gastaban en esto los que había hasta cerca de los postreros del mes y entonces salían los mancebos engalanados con levantados penachos de plumería y corrían todos los cerros, dándole el cacique al más ligero una o dos mantas; concluíase la fiesta con los brebajes que solían".

Las fiestas, en una sociedad agrícola y compleja como la Muisca, giran en torno al ciclo de cosechas, al ciclo de los cambios de caciques y a celebrar el ciclo de la vida. El obispo mestizo y cronista del siglo XVIII Lucas Fernández de Piedrahita nos dejó la mejor descripción de estas multitudinarias festividades:

"Otra de las ceremonias más ostentosas que hacían los moscas eran las procesiones, a que asistían sus reyes o caciques, respectivamente, en ciertos tiempos del año, especialmente en el de las siembras o cosechas, y formábanse éstas en ciertas carreras anchas de a más o menos de media legua de longitud. Las personas que salían en ellas (sin que entre en cuenta la innumerable multitud de gente que ocurría a verlas) serían de diez a doce mil, que la noche antes se lavaban los cuerpos para ir el día siguiente más decentemente adornada".

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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