La enmienda de 1917 y la posterior ley de 1920, que impusieron la prohibición alcohólica en Estados Unidos, duraron vigentes 14 años y se convirtieron en un verdadero fracaso que terminó con la Ley Seca en 1933, tras demostrar la ambigüedad: que el consumo había aumentado un 10% a causa de la prohibición, así como el contrabando, la fabricación clandestina, que causó innumerables cegueras y 5.000 muertes al año. Dos años después, se fundó en Estados Unidos la sociedad de Alcohólicos Anónimos, compuesta por exalcohólicos que se apoyaban mutuamente para seguir en la abstinencia, con la ayuda de Dios.
El Tiempo publica cifras de consumo de alcohol en Bogotá en el primer trimestre del año 1929: 72.500 botellas de aguardiente y mistelas, 11.276 de brandy, cremas, ron y whisky, contra más de 7 millones de litros de chicha consumidos. En 1934 Mariano Ospina Pérez, sostiene que el alcohol es el primero de: "Los tres mayores enemigos de la salud de nuestros campesinos y del porvenir de nuestra raza".
El médico Laurentino Muñoz, en 1935, en su obra La Tragedia Biológica del Pueblo Colombiano, dice: "Necesita el país de una política nueva atormentada por la tragedia de la vida humana; destruida e inferiorizada por los parásitos y los tóxicos alcohólicos… Mientras en Colombia la renta más voluminosa para el erario sea el alcohol, lo que significa la intoxicación en masa de las generaciones… no hay ni siquiera esperanza de ética, de civilización y de cultura; un pueblo dipsómano por insinuación oficial… no sabe que es ni para que sirve la vida. Lo que el obrero gana lo consume en alcohol, lo que el jornalero consigue en la dura faena de su oficio agotador, lo tira en la mesa del Estanco, si alguien está triste, busca el alcohol, si está alegre también… para el pueblo… es la única diversión que le ofrece el Estado a un alto costo de salud, de la vida misma".
"El Estado incita al vicio… el día en que el ciudadano se abstenga de ingerir alcohol, ese día las cajas oficiales estarán vacías, y los maestros de escuela, los alcaldes, los policías, en general, los macilentos y temblorosos empleados públicos no reciben el pago. En todas las clases sociales… se bebe alcohol con furor; no se necesita la estadística… para informarse de la intoxicación de nuestro pueblo… el adolescente, el joven, el adulto, el viejo, lo consumen con desenfreno, en un verdadero anhelo de acabarse… días y hasta semanas de trabajo perdidos… los crímenes ejecutados bajo la influencia del alcohol… la cárcel, el abandono de la familia, fortunas gastadas en el vicio o perdidas en el juego… una de las causas de la pobreza del pueblo colombiano está en la intoxicación alcohólica… un apoyo innegable en la propagación de la Tuberculosis". Concluye Laurentino Muñoz: "La intoxicación alcohólica es otra causa material, es decir, conocida, manifiesta, de inferioridad racial en Colombia".
En los años 40 del siglo XX, en Bogotá, la chicha se distribuía en carrotanques, pintados de color amarillo chicha, que estaban provistos de mangueras que se conectaban a los barriles de las chicherías. La próspera Industria criolla de la Chicha movía fuertes capitales, de las fábricas eran socios tanto comunidades religiosas como familias encopetadas de la capital.
El primer ministro de Higiene, el médico Jorge Bejarano, logra aprobar en el Congreso una ley que acaba en seis meses con el excesivo consumo de Chicha, prohibiendo desde 1949 el expendio de bebidas alcohólicas o fermentadas que no embotelladas, cuyo grado alcohólico exceda el 4%. Se prohíbe además el ingreso de menores a las chicherías y la venta en restaurantes. Bejarano insiste en el papel de los enchichados el 9 de abril de 1948 y ve en el chichismo: "el más grande problema médico higiénico que ha afectado durante siglos a campesinos y obreros de Boyacá, Cundinamarca y Nariño y su extensión abarca una población no menor de dos millones de gentes entregadas al más nefasto vicio". Crece inmediatamente el consumo de cerveza y las ganancias de las cervecerías suben como espuma: Kopp, propietario de Bavaria hace imprimir el slogan "No más Chicha" en las botellas de cerveza. En los años 50, se inicia otra campaña antialcohólica, contra el popular aguardiente clandestino Tapetusa, que aumenta las rentas de las licoreras departamentales. Sigue la ambigüedad.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).