En este artículo expondré algunos datos con el fin de ponerlos a disposición de la comunidad, especializada o no, para tener elementos de discusión frente al nuevo Gobierno de Colombia; para el presidente y sus nuevos ministros, y para sus nuevos equipos, en los ministerios de Salud, Deporte, Ciencia y Medio Ambiente, ministerios que son los más directos responsables de la calidad de la salud de los colombianos, pero no están excluidos, ni más ni menos, los ministerios de Economía, Trabajo y Turismo-Comercio (la salud de un país depende también de la inversión en el trabajo y el esparcimiento). Además, recordemos que no solo el presidente y sus ministros son los que determinarán la calidad de la salud de un país. El Congreso de la República, y las cortes tienen un papel preponderante en la salud de los colombianos, como lo demostraron recientemente las decisiones sobre la eutanasia y el aborto. Tampoco están excluidos gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, pues es en últimas quienes tomarán las decisiones ordenadas por la Constitución y sus leyes. Aunque esta información concierne en primer lugar a todo el Gobierno nacional, en últimas nos concierne a todos los colombianos, si nos preocupa nuestra calidad de vida, progreso y desarrollo, tanto frente al futuro de nuestros hijos y padres, como el de todos nuestros seres queridos.
Antes de la pandemia, los países que más camas tenían por habitante en el mundo eran Mónaco, Japón, las dos coreas, Bielorrusia y Alemania. En diferentes tablas y gráficas publicadas aparecen Rusia y China en puestos superiores a EE. UU., país que está clasificado en puestos de privilegio entre el 11 y el 15. Otra clasificación, con respecto al número de médicos y enfermeras por país en el mundo, la lideran Suiza, Alemania, Cuba y Noruega, según datos de la OCDE y la OMS. En una tercera clasificación, elaborada por otras entidades privadas, se informa que los mejores sistemas de salud del mundo son los de Francia, Taiwán y Corea, entre otros. Colombia no solo está lejos de todos esos promedios, sino que es superado por países como Bolivia y algunos países centroamericanos. En las tres clasificaciones, nuestro país aparece muy lejos y, en ningún caso, en puestos de privilegio o siquiera medios, como sucede en relación con el salario mínimo. Obviamente, ahora y debido a la pandemia, las cifras en cuanto a estos indicadores aumentaron y mejoraron enormemente para muchos Estados. En todos los países, incluido el nuestro, hubo mejoras en el número de camas y aumentó el personal médico y paramédico, lo que a primera vista no representa un cambio sustancial en el orden o ranking mundial, pues la pandemia obligó a todos los países a invertir en salud. Sin embargo, lo que se ha aclarado, en el contexto de la OCDE y la OMS, es que ahora las diferencias en el ranking en cuanto a camas y personal médico son mayores entre países. Empero, son necesarios datos más frescos o recientes, después de la pandemia, y hasta datos nuevos, como en el caso de equipos y logística, que es muy difícil de encontrar o sobre los cuales directamente no se informa, a fin tener una infografía más actualizada sobre Colombia y los demás países.
Para nadie es un secreto que los países con más tecnología médica en el mundo son EE. UU., Japón, Inglaterra, Francia y Alemania; sin embargo, esos desarrollos tecnológicos se ven reflejados de manera muy diferente en la calidad de la salud de los habitantes de esos países. Mientras en los tres países europeos y Japón la cobertura en salud apunta a ser universal, en EE. UU., donde el desarrollo tecnológico es el mayor del mundo, la salud no apunta a la universalización, sino al privilegio. Respeto obviamente opiniones y lo(a) invito(a) a contradecirme, pero mi opinión en el tema es que nuestro país trata de adoptar ese modelo, en el que los mejores servicios de salud los reciben algunos colombianos "de bien" y no todos. Algo que me ha llamado siempre la atención es por qué los latinoamericanos que viven en EE. UU. vienen en vacaciones a nuestros países a recibir tratamientos médicos u odontológicos, incluso privados; quizás debido a los precios, inalcanzables para ellos en ese país. De otra parte, es importante mencionar que Colombia se destaca con clínicas privadas que son de renombre en el contexto Latinoamericano, en cáncer, corazón, (lo que aplaudo, ¡bien!) y clínicas y hospitales muy completos en las principales ciudades del país, todos ellos de acceso restringido para la mayoría de la población, pues todos sus tratamientos son costosos (lo que no aplaudo), ya que no todos están cubiertos por el POS y a los cuales jamás tiene acceso la población rural o modesta del país (inclúyase a la clase media rural). Un aspecto preocupante es que la mayoría de esas grandes clínicas privadas "colombianas" hoy son de capital internacional, con políticas privadas, que podrían escapar a la legislación nacional.
En lo que concierne a enfermedades y cobertura de la población, el POS trata de abarcar la mayoría de enfermedades de importancia, tanto infecciosas, genéticas, como las adquiridas por hábitos laborales o por actividad. Sin embargo, en lo que concierne a la medicina preventiva, translacional, y personalizada (la nueva medicina) es aún ciencia ficción para el 99 % de los colombianos, incluso para aquellos con un modus vivendi alto. En cuestión de accidentes o emergencias, el país cuenta con personal y equipo para atención prioritaria en las grandes ciudades (bomberos y ambulancias), aunque aún es insuficiente y falta en zonas aledañas a ciudades y zonas rurales. Solo las ciudades más grandes e importantes se benefician con grandes clínicas y hospitales bien dotados; en el ámbito rural no se destaca ningún hospital o clínica, exactamente como sucede en EE. UU., en donde, incluso para el que tenga dinero, pero viva en una hacienda, la atención médica está a cientos de kilómetros y un accidente es un peligro de muerte inminente, "si el helicóptero no parte rápidamente". Quizás en accidentes de tránsito el modelo colombiano SOAT mejoraría las cosas, pero de nuevo es un asunto privado, que tiene unos riesgo graves en inocentes, si por negligencia no se paga (la multa ya no sirve de nada en accidentes de vida o muerte). Incluso, Colombia cuenta con buenos servicios de emergencias y los modelos han mejorado en los últimos años, como lo son los sistemas de alertas tempranas, para volcanes y sismos, pero en clima y unidades de emergencia en atención de desastres aún estamos lejos, como lo demostró el huracán en San Andrés y Providencia. Tan es copiado el modelo de salud y bienestar nuestro, que el ciclón Katrina avala el mismo ejemplo, pues en New Orleans y Providencia la cosa fue así: sálvese quien pueda, el resto, tranquilos, que el presidente pasará a darles la bendición.
En investigación en salud. Colombia tampoco lidera el tema en la región; la inversión sigue siendo precaria y los montos invertidos no son ni un sexto de lo que el país invirtió en estos dos últimos años solamente en la enfermedad de COVID-19. Pero Colombia no fue el único país que debió hacer grandes inversiones en la pandemia, de paso muchos países debieron dejar un poco de lado la corrupción o, definitivamente, el número de muertos hubiese sido una cantidad mayor; en nuestro caso, de no ser así, hubiésemos superado quizás a Perú o a México. Digo "debieron dejar un poco", pues el escándalo de mafias trabajando al lado del Gobierno, con empresas fantasmas, como Centros Poblados, no fue un desliz. Me imagino que para el gobernador de Delaware no significó nada guardar dineros de nuestro país en ese Estado norteamericano, que debieron ser destinados a millones de niños colombianos, dado que a la fecha no ha habido un comunicado oficial del gobernador o del Estado. Pero sin apartarnos del tema inicial, la investigación y la inversión en salud en Colombia se ve apocada también por la corrupción, ya que incluso la guerra interna se ha utilizado para el robo de millones que se fueron a los bolsillos de particulares, y no a las universidades o el INS, como está documentado en cientos de artículos de periódicos, incluido este mismo medio, de casos como: recursos económicos de hospitales estatales que terminaron en manos de grupos ilegales, hasta el robo de EPS como SaludCoop. Dos pequeños ejemplillos nada más.
El país invierte poco en investigación en medicamentos y en el descubrimiento de nuevas moléculas, a pesar de que cuenta con una de las diversidades ecológicas más grandes del mundo. En ella ve solo la explotación turística, pero jamás se ha dado cuenta de que está sentado en una mina de oro tecnológica, perdiendo su tiempo, quizás, en otros modelos tecnológicos ya saturados en el mundo como la computación, y ha sido incapaz de liberar medicamentos y vacunas para sus propias enfermedades nacionales, con la vieja excusa de que somos pobres (no es cierto) y no desarrollados (por culpa nuestra). Para algunas cosas se supone que somos casi desarrollados (el pertenecer a la OCDE no nos da ese título), pero no se entiende por qué para otras no lo podemos ser o a algunos no les conviene que sea. La pandemia demostró que si se podía invertir y hacer sacrificios que la salud necesitó, así como también se pudo combatir la corrupción seriamente en un momento crucial.
Al leer y conversar con personas y equipos de los dos candidatos finales en contienda por la presidencia del país, se observa que además de prometer ponerle coto a los daños económicos que causa la corrupción -asunto que debería ser también una promesa del Congreso y las cortes y no de un futuro grupo que navegará con arpones, estos cuatro años, por mares corruptos-, se observa que hay todavía muchos vacíos de visión para llenar no solo hospitales con camas, médicos y enfermeras, sino para, al menos, alcanzar el promedio mundial en atención en salud prioritaria y aumentar el bienestar (almuerzos en colegios y diversión sana), sobre lo que los críticos solo señalan que hay falta de plata (vaya miopía). Los cambios que deberá afrontar el país para hacer giros sustanciales en la salud están cargados por los vicios de la famosa Ley 100, que amarró el bienestar y el futuro de los colombianos a una salud precaria, a una pensión paupérrima y a unos derechos en salud que lesionan hasta su salario, como por ejemplo "la famosa historia de bazos caídos"; como si las personas se enfermaran o accidentaran por gusto. Una legislación que solo buscó beneficiar a unos cuantos y no a todos los colombianos, como se ha visto en los últimos 40 años desde el cierre del Seguro Social -que lo acabó la corrupción-, hasta las EPS -que no las ha dejado funcionar la corrupción-. Obvio que hay un miedo terrible de algunos magnates y sus servidores en el país a estos nuevos candidatos, seguramente su miedo mayor será el de lograr acabar la corrupción; claro, si ella hizo ricos a algunos (aclaro, digo algunos, y hay documentos y condenas que así lo demuestran).
Sin embargo, después de acabar con la corrupción -promesa que lleva siendo bandera de cada candidato en los últimos 40 años-, un nuevo equipo presidencial no puede salir a decir que no hay un plan para generan nuevas estrategias, recursos y proyectos, para hacer de la salud colombiana un modelo de desarrollo. Un modelo de ese tipo no solo se puede hacer viable por un presidente y su equipo, también el Congreso y las cortes deberán contribuir, y son quienes deberán abandonar sus viejos modelos que no han funcionado o que no han querido que funcionen. Debemos aceptar que el modelo se debe repensar y dar nacimiento a una nueva normativa y propuestas por el bienestar de los colombianos (decir que no hay modelos es una excusa, ya que, por ejemplo, la pandemia trajo nuevas propuestas). Continuar con el modelo de quitarles la alimentación a los niños es inaceptable, pues esos niños serán la mano de obra de las futuras empresa. Seguir pensando que las incapacidades lesionan las empresas es producto de una ley tan mal pensada que solo busca beneficiar a unos y desproteger a otros (poco democrático). Las empresas actuales que se construyeron con niños mal alimentados los últimos 40 años no deben pretender pagar cada mes menos salario, ya que eso impedirá a los colombianos poder comprar lo necesario, como un mercado decente, con más proteínas, vitaminas y minerales, no solo una canasta familiar repleta de bebidas ultraazucaradas.
En un reciente documental del medio DW alemán se muestra como las multinacionales de alimentos y farmacéuticas buscan solo el consumo desmedido y no el beneficio saludable, dado que hay accionistas que invierten en ambas cadenas: un cliente que se enferma por una gaseosa ultraazucarada será un nuevo cliente de diabetes tipo 2 para el laboratorio farmacéutico: doble ganancia y excelente modelo económico para acabar con la salud de pacientes y garantizar clientes de por vida. Una nueva ley en salud deberá tener en cuenta tales comportamientos de mercado y la salud deberá estar por encima de intereses particulares. En síntesis, no hay mayor riqueza que la salud de un país.
Mauricio Corredor Rodríguez
Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.