Apenas vieron los primeros experimentos de Egas Moniz, publicados en París, en los que el neurocirujano portugués reportaba mejoría en el 70 % de los esquizofrénicos que fueron tratados por él mediante la leucotomía en Estados Unidos, decidieron ensayar un procedimiento simplificado que rebautizaron como el nombre de lobotomía. Impresionados por los resultados publicados por Moniz, el neurólogo de Washington D. C. Walter Freeman (1895-1977), graduado en medicina en la Universidad de Pensilvania, su ciudad natal, y el neurocirujano James Watts (1904-1994) realizaron la primera lobotomía en los Estados Unidos, en 1936.
Buscando perfeccionar la técnica, Freeman encontró un artículo italiano, en 1937, que describía una manera más sencilla que la desarrollada por Moniz para acceder al lóbulo frontal del paciente. Nace así la lobotomía transorbital, como denominó a la nueva técnica simplificada Walter Freeman, conocida como "técnica del picahielo". Freeman afirmaba que la técnica era tan simple, tan sencilla, que en 20 minutos podía enseñar a cualquier tonto a llevar a cabo una lobotomía, incluso a un psiquiatra, especialidad médica que un neurólogo organicista como Freeman tenía en muy baja estima.
En las siguientes décadas, Estados Unidos creó el troncomovil, el batimovil y el macabro Lobotomovil, una furgoneta en cuya parte posterior se adaptó un quirófano con el que el doctor Freeman, conocido como el "doctor picahielo", recorrería los Estados Unidos dedicado a lobotomizar a casi tres mil quinientas personas. Primero se la aplicó a esquizofrénicos severos, luego ampliaron el rango a otras enfermedades psiquiátricas, a las depresiones, las obsesiones, la agresividad y la homosexualidad, hasta llegar a las "personas normales", vendiéndolo como "rejuvenecedor de la personalidad" e incluyéndolo, también, como tratamiento del retardo mental ligero por problemas en el parto. Este último es el caso de Rosemary Kennedy, quien fue lobotomizada por Freeman cuando tenía 23 años, quedando incapacitada 60 años, no podía caminar; tenía incontinencia, torpeza al hablar y la edad mental de un niño de dos años. Era la hermana mayor del futuro presidente John F. Kennedy.
Freeman administraba dos o tres choques eléctricos rápidamente, para dejar inconsciente al paciente. Posteriormente, le introducía un picahielo bajo el párpado y utilizaba un mazo para darle un golpe para atravesar la órbita y acceder a los lóbulos frontales por la vía de las lágrimas. Freeman demostró que podía realizar, en el Lobotomovil, más de una docena de lobotomías en una tarde. Eso explica que en 1953 eran ya 20.000 estadounidenses los que tenían destruidos para siempre sus lóbulos frontales. Afortunadamente, en la década de los años 50 apareció la química, que empezó a ser un recurso para los neurólogos y pronto desplazó a la psicocirugía, pero son también los primeros años de la epidemia de adicción a los opioides que sufre Estados Unidos.
Cultura y civilización, democracia y paz son productos culturales de nuestros humanos lóbulos frontales, que se ocupan de las funciones cerebrales más integradas como simbolizar, pensar, conceptuar, planificar, así como de manejar conscientemente nuestras emociones, la parte que destruía Freeman con sus lobotomías, mientras prometía solucionar las enfermedades mentales y los comportamientos humanos. Hoy se considera que, con las esterilizaciones masivas, las igualmente masivas lobotomías practicadas en el siglo XX en Estados Unidos fueron un crimen.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).