Además de que el cuadro del beato Francisco de Borja, que vendió un indio para la iglesia de su encomienda de Chitagoto, que estaba situada entre las actuales poblaciones de Sátiva y Paz de Rio en Boyacá, sudaba, el sudor del cuadro tenía, según las declaraciones y las crónicas de los jesuitas, claros efectos taumatúrgicos y a los enfermos se les aplicaba el sudor del cuadro milagroso. Sobre el sudor del cuadro de Borja, escriben los cronistas jesuitas del siglo XVII, los devotos "lo recogían en algodones y aplicándolos a varias enfermedades cobraban los dolientes la salud".
El beato y luego santo Francisco de Borja, quien fuera el tercer general de la Compañía de Jesús, era también aconsejado, por los jesuitas del colegio de Tunja, como el santo patrón y como el abogado en el caso de los partos complicados; consignan en sus crónicas que las mujeres, "apretadas con muy dificultosos partos y mucho riesgo de perder la vida", se encomendaban a san Francisco de Borja, en fechas anteriores a su beatificación, para pedir la divina protección, recurriendo al poder taumatúrgico del santo jesuita y Grande de España. Es importante anotar que, hasta el siglo XX, la mayor parte de la mortalidad de los seres humanos se presentaba alrededor del parto.
Un libro del cronista jesuita Pedro de Mercado, que fue escrito especialmente para ser utilizado en el Hospital de San Juan de Dios de Santafé, llamado Recetas del Espíritu para enfermos del cuerpo, que fue publicado en el año 1680, propone invocar al santo de los cataclismos, san Francisco de Borja, a los que padecían de gota, pues el santo "toleró este mal y lo tenía por amigo, porque afligía al cuerpo, su enemigo", y, además, a los que padecían a causa de problemas dentales, pues el santo jesuita, también, "vino a perder las muelas [...] con muchos dolores".
Los votos a santo jesuita Francisco de Borja fueron renovados en la ciudad de Santafé, la capital del virreinato, en 1743, a causa de presentarse, en la ciudad andina, nuevos movimientos sísmicos. Acordaron, entonces, los miembros del Cabildo santafereño, que todos los años se harían procesiones en honor del patrón San Francisco de Borja, la "divina Majestad que nos libertó de la gran ruina".
Tras el devastador terremoto con tsunami y devastadores incendios que arrasó Lisboa en 1755, cuando los jesuitas volvieron a posicionar al santo jesuita contra los temblores, en 1765, se subraya que, según lo acostumbrado, se realice la procesión al lograr Santafé tranquilidad y sosiego por "los terremotos con que ha sido amenazada". Se reiteran nuevamente los votos al santo patrón de los temblores en el Cabildo santafereño en los años 1766 y 1767.
La iglesia de la Compañía de Tunja perdió gran parte de su mobiliario y su programa iconográfico tras la expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII, cuando los hospitalarios de San Juan de Dios fueron encargados de los bienes y de la iglesia y luego pasaron al convento agustino. En el inventario de la iglesia de San Agustín, que fue convertida en la nueva iglesia del hospital San Juan de Dios de 1832, el milagroso cuadro de san Francisco de Borja tenía un altar que estaba ubicado a los pies de la iglesia y se le seguía venerando. A partir de este inventario, el paradero del anónimo, milagroso y taumatúrgico cuadro de Borja es desconocido.
San Francisco de Borja, al que también se le invocaba ante la embestida de un toro furioso y en varios cataclismos, a pesar del esfuerzo realizado por los jesuitas por promocionar y posicionar a su tercer general como santo protector contra los terremotos: "no extendió su patronato ante terremotos más allá del Nuevo Reino de Granada en Hispanoamérica, aunque al presente continúe siendo el abogado ante los temblores en Colombia". Borja fue patrón contra los temblores de las ciudades de Tunja y de Santafé, y la devoción se registra años antes que lo fuera de ciudades como Nápoles, que fuera posesión española en Italia y que lo nombró su patrón contra los terremotos a finales del siglo XVII, y de la andaluza ciudad de Málaga, en España, que hizo lo mismo, un siglo después, a mediados del siglo XVIII.
La condición taumatúrgica de San Francisco de Borja, como abogado de los partos difíciles en el Nuevo Reino de Granada, pasó, tras la expulsión de la Compañía de Jesús en el siglo XVIII, a Santa Librada. Una talla policromada quiteña de ojos de vidrio fue enviada para la nueva iglesia del Convento Hospital de san Juan de Dios de Santafé en 1723. La santa, acogida por los hospitalarios, continua con su patrocinio a las mujeres embarazadas y con otras dificultades y su colaboración en los partos difíciles, propiedad que le atribuyen desde el siglo XII.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).