Si se busca en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua la palabra atarantado o atarantada se encuentra que su primera acepción es la de "picado de la tarántula" y la segunda, tercera y cuarta acepciones se refieren al campo de lo psicológico y lo psiquiátrico, a alguien "inquieto y bullicioso, que no para no para ni sosiega", o alguien que está "aturdido o espantado" o que es un retardado, que está "loco" o tiene "poco juicio".
El nombre etimológicamente procede de la palabra italiana tarentola, que se refiere a la ciudad de Tarento, antigua polis que fue parte de la Magna Grecia, en Apulia, región ubicada en el tacón de la bota italiana, en cuyo clima mediterráneo seco son abundantes las tarántulas, arañas de la especie Lycosa tarantula (el nombre científico se lo colocó Linneo), que tienen ocho patas, son peludas, de gran tamaño y, según la tradición, picaban a sus víctimas en el caluroso verano, cuando los campesinos recogían la cosecha.
El tarantismo, es un peculiar fenómeno cultural, de una religión menor hablan los teóricos, que consistente en la cura ritual de la presunta picadura de una tarántula, en medio del calor del verano, cerca de la fiesta católica de San Pablo, cuando suele picar la tarántula a su víctima con su tóxico veneno, que la convierte en atarantada.
Un baile del sur de Italia parece ser su folklórico heredero: el antiguo baile de la Tarantela, una danza popular que se caracteriza por ser vivaz y muy activa, que se baila a un ritmo que se va acelerando progresivamente. Se trata de un baile ritual que lleva, como otros de su estilo, al éxtasis y que, a lo largo de los siglos, se ha modificado dando paso hoy a un baile folklórico entre parejas, que bailan con sus trajes típicos al son de tambores, castañuelas y panderetas.
Aunque anclado a antiguas civilizaciones del mundo mediterráneo, la enfermedad, que tenía caracteres contagiosos, fue descrito por primera vez en el siglo XV, alcanzando la categoría de epidemia en Europa, en el barroco y teatral siglo XVII. La picadura de la Tarántula provocaba, escriben los cronistas, ansiedad, fiebre, sed, palpitaciones, excitación extrema o, por el contrario, sumergía al picado por la tarántula en el letargo, además de presentar impulsos sexuales incontrolados, lo que hace que algunos investigadores relacionen la Tarantela con las fiestas dionisiacas, o hasta llevar, en muy pocos casos, a la muerte.
La única manera de curarse de la epidémica Tarantela era danzar sin descanso la música compuesta para evitar los efectos de la picadura de la venenosa tarántula. La Tarantela, el único remedio que existía, consistía en que la persona afectada se moviera sin parar, para así expulsar el veneno mediante la sudoración. Los músicos proporcionaban un ritmo que se iba acelerando para ayudar a la víctima a continuar moviéndose, la danzaterapia de la Tarantela podía durar varios días.
Algunos atarantados utilizaban espadas, con las que se hacían cortes en manos y pies. Un solo atarantado podía iniciar la terapéutica danza, pero muy pronto la enfermedad se contagiaba manifestándose en decenas de ellos. Los enfermos bebían vino en abundancia, se tumbaban a dormir extenuados y al día siguiente seguían bailando. Después de varios días de danzaterapia tarantélica se curaban y, al año siguiente, cuando los calores de agosto reavivaban el veneno adormecido, los atarantados volvían a danzar como locos, animados por el calor, la sexualidad, el alcohol, al son de los tambores, panderetas y zambombas.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).