Cuando llamó la atención en toda Europa la anquilostomisasis, que hoy se volvió tropical, fue en 1880, cuando el parasitólogo Edoardo Bellarmino Perroncito comprobó que al anquilostoma duodenal se debían las anemias mortíferas que presentaban los miles de obreros ocupados en la perforación del túnel de San Gotardo, nombre de un Abad de un monasterio benedictino de la región alpina entre Suiza e Italia, y, en el año siguiente, el mismo profesor demostró que la anemia de los mineros de hulla del Loira y del Norte de Francia presentaban el mismo nemátodo y la misma anemia, que llegó a tomar características epidémicas en los mineros del centro y sur de Europa, en el siglo de los ingenieros, en plena Revolución Industrial.
La enfermedad tuvo características de epidemia en la minería europea a finales del siglo XIX y comienzos del XX. En 1924, el 15 % de la población minera española estaba infectada. La anquilostomiasis fue erradicada de Europa en la década de 1930. La presencia del gusano fue detectada e investigada en Europa a partir de 1880, en especial en diversos distritos mineros, y entre 1900 y 1901 en Estados Unidos y Puerto Rico, donde se identificó el necátor americano, en zonas de intensa producción agrícola.
El trabajo de los mineros, que cavaron un enorme tubo a través de los Alpes, fue muy riesgoso a causa de las altas temperaturas al interior del túnel, la humedad, el barro, los animales de tiro que sacaban los escombros dinamitados, el ruido permanente, el aire contaminado y un intenso tráfico de maquinaria. El origen de la contaminación de la mina radicaba en que los mineros defecaban en las mismas galerías donde trabajaban, pues no tenían ninguna otra opción ni ningún tipo de protección laboral, y llenaron el túnel de excrementos, en medio del calor y la humedad, calificados de tropicales, lo que favoreció la proliferación de las larvas infectantes en el suelo del extenso túnel.
Históricamente, el paso de San Gotardo había sido uno de los más usados para cruzar al valle del Po en Italia. La invención de la dinamita por parte de Alfred Nóbel estimuló la idea de hacer pasar el ferrocarril a través de las montañas. La construcción del túnel de 15 km a través del macizo alpino fue calificada como una de las obras de ingeniería más impresionantes del siglo XIX: "la mayor obra de ingeniería acometida por el hombre".
El túnel se excavó desde ambos extremos simultáneamente, hasta que los dos equipos se encontraran a mitad del trazado. Los trabajos empezaron en 1871 y deberían haber sido completados en ocho años, pero, con más de dos años de retraso respecto a lo previsto y un exceso en costos de millones, terminaron en 1882.
El principal problema durante la obra fueron las pésimas condiciones de trabajo: los mineros hacían turnos de ocho horas a más de 30º centígrados, una atmósfera irrespirable por los vapores de las máquinas, el polvo de las explosiones y la falta de ventilación. El suministro de agua y los servicios higiénicos eran insuficientes; la acumulación de excrementos y la suciedad favorecieron la proliferación y difusión del Ancylostoma.
Fuera del túnel las condiciones tampoco eran idóneas: los trabajadores vivían en la miseria y se enfermaban con frecuencia. A causa de la dinamita y de las máquinas, hubo lesionados y muertos. También fallecieron los animales, mulas y caballos usados para sacar los escombros; moría un animal al día. Trabajaron en el túnel, en promedio, 2.500 obreros, con un máximo mensual de 3.900. La tasa de mortalidad fue de 11,80 muertos por cada km, con un total de 177 mineros muertos y 403 con lesiones graves, causados por este hito de la ingeniería subterránea moderna. Muchos obreros del túnel de San Gotardo se recolocaron en minas de diversos países; la infección, dispersada por la emigración, se registró en las minas de azufre de Sicilia, de oro y plata en Hungría y de carbón en Alemania, Bélgica, Holanda y Francia.
Las pésimas condiciones motivaron huelgas en ambos extremos del túnel. El ingeniero jefe decidió recurrir a la policía para obligar a los huelguistas a volver al trabajo en el túnel, lo que provocó más víctimas mortales. Solo hasta 1932, en la conmemoración del 50º aniversario de la construcción del túnel alpino, se reconoció la dura labor de los trabajadores y se les dedicó un monumento en la estación de tren de Airolo.
El 29 de febrero de 1880, los equipos que excavaban desde ambos lados se encontraron en el punto medio. El 1 de junio de 1882 el túnel de San Gotardo fue oficialmente inaugurado, reduciendo de 27 horas a 5,5 horas el tiempo de viaje entre Lucerna en Suiza, que incluye el sur de Alemania, y Milán, en el norte de Italia.
En febrero de 1880 un minero murió de anemia perniciosa en el Hospital de Turín y en la necropsia hallaron más de 1.500 parásitos en duodeno y yeyuno. Así comenzaron las investigaciones de Edoardo Bellarmino Perroncito, profesor de parasitología de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Turín, que condujeron a vincular la anemia con la presencia del anquilostoma duodenal. Perroncito y Luigi Concato, director de la Clínica Médica de la misma universidad, reportaron a las academias de Medicina de Turín y de Ciencias de París otros casos de trabajadores con anemia en cuyas heces hallaron huevos del Ancylostoma.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).