Juan Evangelista Manrique y el corazón de José Asunción Silva 

Abel Fernando Martínez Martín | 28/11/2022 - 09:28 | Compartir:

José Asunción Silva, iniciador de la poesía moderna en Colombia, se suicidó pegándose un tiro en el corazón, en su casa, en Bogotá, en la madrugada del domingo 24 de mayo de 1896. Tenía 31 años, no había logrado publicar ni un libro y sus versos eran motivo de crítica y de burla por parte de la mayoría de sus poco modernos contemporáneos. Su peculiar manera de vestir, rigurosamente de negro, con corbata blanca picada por un alfiler con brillante del que pendía una perla, así como una larga barba, guantes blancos, sombrero hongo y que fumaba cigarrillos egipcios con una boquilla dorada, en fin, elegante y refinado, los modales aristocráticos de dandy de Silva, traídos de París, desentonaban en la conservadora Bogotá de fines del siglo XIX.

Juan Evangelista Manrique y el corazón de José Asunción Silva 
Óleo del profesor y académico de la medicina Juan Evangelista Manrique (1861-1914) que se encuentra en la Academia Nacional de Medicina de Colombia, en Bogotá (izquierda) y fotografía tomada por Alfonso Esperón (derecha) del poeta colombiano José Asunción Silva muerto, que está fechada en Bogotá el 24 de mayo de 1896. 

José Asunción Silva vivía con su madre y su única hermana, Elvira, que había muerto recientemente. De su patrimonio económico –antes abundante- solo le quedaban 10$, que le encontraron en la billetera, y 52 ejecuciones judiciales pendientes sobre su cabeza. Su muerte ocurrió a las 3 am. Silva ahogó la detonación envolviendo el revólver con las mantas de su cama antes de apretar el gatillo. El cenicero estaba repleto de colillas. Silva fumaba como un desesperado. Para aumentar el drama, la cabeza, ladeada sobre el hombro, no la pudieron enderezar al momento de colocarlo en el féretro y tuvieron que cortarle un músculo del cuello. 

El poeta fue enterrado en tierra no sagrada, de acuerdo con las normas de la Iglesia que primaban tras la firma del Concordato con el Vaticano. En el féretro, lo pusieron con la ropa y los zapatos de charol que tenía al dispararse; lo enterraron en el cementerio de los suicidas del Cementerio Central, cerca de donde arrojaban la basura. No recibió flores, sino el ceremonial puñado de cal que, antes de sellar el ataúd, le lanzó a la cara el sepulturero.

El médico liberal Juan Evangelista Manrique, fundador de la Sociedad de Cirugía, miembro de la Academia de Medicina, profesor de la Facultad de Medicina y amigo del poeta desde la infancia, desempeñó un importante papel en el suicidio del compañero de estudios y viajes, amigo y paciente, José Asunción Silva. En el año de su muerte, 1914, Juan Evangelista Manrique escribió para la Revista América de París: José Asunción Silva. Recuerdos íntimos. Tras la guerra llegó la quiebra de la familia: "La guerra civil de 1885, que mantuvo incomunicada durante quince meses la capital de Colombia con el exterior y la imposición del papel moneda de curso forzoso, como único signo de cambio, produjeron en el comercio colombiano una tremenda crisis". Al morir el padre, en 1888, Silva heredó "una verdadera quiebra y el deber de sostener su familia".

Manrique diagnostica neurastenia, hipocondría e insomnio en José Asunción Silva: "Tal cúmulo de desgracias no dejó de aumentar la emotividad de Silva quien, como todos los neurasténicos, principió a abrigar temores sobre su salud, a perder el sueño y a consultar médicos en busca de medicamentos hipnóticos y antiespasmódicos que le procurasen un sueño y una calma".

Silva lo buscaba en su consultorio: "Un día, el 23 de mayo de 1896, vino como de costumbre a consultarme". José Asunción quería examinarse el corazón: "me preguntó si era cierto que la percusión permitía establecer, con cierta precisión, la forma y dimensiones del corazón, y me suplicó que hiciera sobre él la demostración. Con un lápiz dermográfico tracé sobre el pecho del poeta toda la zona mate de la región precordial. Le aseguré que estaba normal ese órgano, y para dar más seguridad a mi afirmación, le dije que la punta del corazón no estaba desviada. Abrió entonces fuertemente los ojos y me preguntó dónde quedaba la punta del corazón. Aquí, le dije, trazándole en el sitio una cruz con el lápiz que tenía en la mano. Complacido se despidió de mí… ¡Era nuestra última entrevista!".

En la noche, su madre, doña Vicenta, invitó a varios amigos a tomar té, que se servía a las 10 pm, después de la comida, había 13 comensales y, tras hacer chispeantes comentarios, José Asunción se levantó la mesa. Nadie notó nada extraño. En el portón, despidió a la media noche a los invitados. 

En la mañana del domingo 24 de mayo de 1896, encontraron a Silva muerto en su cama, abrazado de un revólver Smith & Wesson, con la cara sonriente y pálida y una herida en la punta del corazón que le había marcado Juan Evangelista Manrique y, a la cabecera, la novela de D'Annunzio El Triunfo de la Muerte

En una urna de mármol blanco del Cementerio Central de Bogotá pudieron reposar, 133 años más tarde, los restos del poeta, al lado de los de Elvira, su hermana. Sus restos, silenciosa y discretamente, fueron trasladados 34 años después, en 1930, del cementerio maldito de los suicidas al panteón que tenía la familia Silva, en el cementerio católico.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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