El periodista, político, escritor e historiador ecuatoriano Manuel J. Calle (1886-1918), en su libro Leyendas de tiempo heroico, que fue editado en Madrid como parte de la Biblioteca Ayacucho (1905), crea la increíble leyenda histórica del niño héroe y mártir ecuatoriano Abdón Calderón Garaycoa (1804-1822), natural de la ciudad de Cuenca, de padre cubano, que era funcionario de la corona y madre perteneciente a una importante familia de comerciantes de Guayaquil.

Abdón Calderón se unió a las filas de la independencia -como lo había hecho antes su padre que se vinculó al ejército patriota- luego de que el realista Juan Sámano lo fusilara en Ibarra, cuando fue capturado por los realistas en 1804. Incorporado al batallón Yaguachi, con el grado de subteniente, a las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, tras haber participado en varios combates y ascendido a teniente, fue a la carga al mando de José María Córdova en la batalla de Pichincha, escenificada en las faldas orientales del volcán que lleva el mismo nombre, muy cerca al casco urbano de la ciudad de Quito, el 24 de mayo de 1822, cuando el ya teniente Abdón Calderón Garaycoa contaba con solo 17 años.
El escritor Manuel J. Calle narra de esta manera el mito, la leyenda que escenifica el doloroso sacrificio por la patria del teniente adolescente Abdón Calderón, a quien denomina el "niño soldado", que termina sin brazos ni piernas para morir en el hospital:
Inflamado de valor, corre al frente de los suyos, y se precipita sobre el enemigo (…) con la mirada encendida y la espada desnuda en la diestra. Silba una bala y le rompe el brazo derecho. Pasa Calderón la espada a la izquierda, y continúa la lucha al grito de: ¡Viva la Patria! Silba otra bala y le rompe el brazo izquierdo.
¡Viva la República! grita el heroico adolescente, y siempre en pie, siempre sereno, anima a los suyos, y corre adelante con la espada en los dientes. ¡Avancen! ¡A ellos! Silba otra bala y le atraviesa el muslo. Vacila el niño, pero no cae. ¡Patria! ¡Patria! ¡Libertad! ¡Libertad! Y ¡adelante! - grita como puede, dejando caer la ya inútil espada.
Viene una bala de cañón y le lleva ambas piernas ¡Viva la Independencia! Y cae sobre su espada.
Y allí, en el suelo, sin brazos, sin piernas, destrozado, mínima parte de sí mismo, aun respira con el aliento de su valor gigantesco y lanza entre el hipo de la muerte el último viva a la República (…)
Cuando El Libertador supo este hecho admirable dispuso que la compañía del Yaguachi a la que pertenecía Calderón no tuviese en adelante capitán, grado póstumo que le concedió a Abdón Calderón, determinando que cuando se corriese la lista y se nombrase al héroe de Pichincha, ascendido a aquel grado después de su muerte, la compañía entera contestase: Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones.
Increíblemente el niño-héroe de Pichincha no murió a causa del heroico desmembramiento, pero sí a causa de la mala alimentación recibida antes de la batalla, a causa de una disentería, enfermedad infecciosa gastrointestinal, que lo dejó postrado, y al final de la batalla fue llevado al Hospital san Juan de Dios de Quito, que era atendido por los padres mercedarios, donde sucumbió el 7 de junio de 1822 a causa de la diarrea, sumada, por supuesto, al desmembramiento total, quince días después de la batalla de Pichincha, el escenario de su máximo sacrificio y el lugar de gloria del joven militar.
En el parte de la batalla de Pichincha, del 28 de mayo de 1822, el Mariscal Antonio José de Sucre realiza una importante mención en la que destaca el heroísmo del joven teniente del ejército patriota Abdón Calderón:
hago una particular memoria de la conducta del teniente Calderón que, habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso retirarse del combate. Probablemente morirá, pero el gobierno de la República sabrá compensar a la familia los servicios de este oficial heroico.

Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).