En el Renacimiento también los venenos renacen

Abel Fernando Martínez Martín | 21/03/2022 - 13:12 | Compartir:

En la ciudad estado de Venecia, el Consejo de los Diez, uno de los máximos órganos de gobierno de la adriática República de Venecia, ejecutaba los envenenamientos según tarifa establecida, actuando anónimamente y en secreto, en muchas ocasiones por orden directa del Estado; llevaban libros de contabilidad de sus actuaciones e ingresos y usaban tanto el mercurio como el arsénico como venenos. 

En el Renacimiento, también los venenos renacen
Retrato de tres envenenadoras: el primero, que se cree que corresponde a Lucrecia Borgia (arriba, izquierda), se encuentra en la Sala de los Santos de los Apartamentos Borgia, en El Vaticano. Segundo es un óleo de la aristócrata y envenenadora francesa, la Marquesa de Brinvilliers (arriba, derecha), quien fue torturada, decapitada y quemada en la hoguera en París, en 1676 y, por último, un óleo de la italiana Giulia Tofana (izquierda), inventora del veneno conocido como agua tofana, basado en el arsénico.

La tradición romana de envenenar la recogió con honores, en el Renacimiento italiano, la familia italiana de origen español de los Borja, apellido que fue italianizado en Borgia, durante la larga estancia de Rodrigo de Borja en Roma, que fue nombrado Cardenal en 1456 y luego Canciller. Conocida, envenenadora y novelesca familia, los Borgia tienen la poca honrosa fama de ser una de las familias más corruptas de la historia, su prontuario está lleno de envenenamientos, asesinatos, incestos, conspiraciones, traiciones, actos de nepotismo y otras "virtudes políticas". 

Rodrigo de Borja, quien se convertirá luego en el Papa Borgia, accedió al pontificado en Roma con el nombre de Alejandro VI, en el momento que se produce el descubrimiento de América, Rodrigo tuvo nueve hijos, entre ellos el célebre César Borgia, a quien Maquiavelo tomó como modelo para escribir su Príncipe y no podemos olvidar a su hermana Lucrecia Borgia, una astuta e influyente dama renacentista que se especializó en casarse varias veces, la primera a los 14 años, y en eliminar a los contrincantes de su ilustre linaje. 

Cuenta la leyenda negra de los Borgia, que Lucrecia encargó a un orfebre un anillo especial, que poseía una cavidad oculta situada en la parte superior, cámara donde se guardaba el veneno en polvo; Lucrecia usaba un veneno llamado cantarella o acquetta di Perugia, un veneno con forma de polvo blanco similar al azúcar, que tenía la propiedad de ser además inodoro, incoloro e insípido, veneno que lograban los Borgia mezclando el tóxico arsénico con vísceras secas de cerdo. El veneno pasaba del anillo a la copa de vino, en un descuido de su víctima. 

Italiana también, pero del sur, lo fue la siciliana Giulia Teofanía d'Adamo, más conocida como La Toffana, mujer a quien se le atribuyen en el siglo XVII más de 600 asesinatos que realizó por encargo, utilizando para ello un compuesto líquido, que tampoco tenía sabor, que se conoció como Agua de Toffana, Manna di San Nicola o Aquetta de Napoli, veneno que también estaba basado en el arsénico que, en esta ocasión, era mezclado con esencias vegetales. Giulia Teofanía d'Adamo fue finalmente descubierta, torturada y luego ejecutada en 1659.

En la vecina Francia, en tiempos del Rey Sol, la más famosa envenenadora fue Marie Madeleine Marguerite d'Aubray, Marquesa de Brinvilliers (1630-1676). Con el pretexto de ejercer la caridad cristiana, la marquesa empezó a repartir golosinas entre los enfermos de los hospitales de caridad de su tiempo, con distintas dosis y diversos venenos, con el fin de ensayar cuales eran las dosis letales, conocimiento experimental que después aplicaba a los miembros de su familia, aunque nunca fue acusada por esto. La Marquesa de Brinvilliers envenenó a dos hermanos, a su padre y luego a su hermana y a su cuñado y, por último, intenta hacerlo con su marido, con el fin de llegar a convertirse en la única heredera de su familia. 

La marquesa francesa fue descubierta, acusada por unas cartas de su amante, huye rápidamente de París y de la justicia francesa viajando a Inglaterra y luego a Holanda, pero cuatro años más tarde, tras volver a Francia, la aristocrática dama será apresada, torturada mediante el tormento del agua y, tras confesar, fue condenada a muerte en 1676. La aristócrata fue conducida al cadalso en una carreta, acompañada del médico y el verdugo, rodeada de la multitud; fue llevada primero a hacer penitencia en la iglesia de Notre Dame y, luego, fue decapitada y después quemada públicamente en la hoguera, en la "ciudad luz", en París, a finales del barroco siglo XVII, el llamado "siglo de la Ciencia".

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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