Tunja se abastecía en la colonia de dos fuentes de agua: la Fuente Grande y la Chiquita. Tres años después de fundarse la ciudad, en 1542, el Cabildo contrata la construcción de una acequia para traer agua hasta el centro de la ciudad desde un manantial a espaldas de la Loma de los Ahorcados. Los problemas no se solucionaron, pues en 1551 se estudia el traslado de Tunja a un lugar con mejor clima, más leña y, sobre todo, más agua, pero por lo ya invertido en la construcción de la ciudad se deshecha la idea del traslado al valle de Sáchica. Se califica a la ciudad colonial de "mal temple" y se dice que está en un "sitio frío, ventoso y desabrido", con serios problemas por la falta de agua. Parecía cumplirse la maldición del mítico cacique Hunzahua, sobre la ciudad, que la condenó a ser seca y estéril por siempre.
Una Ordenanza del Cabildo de Tunja de 1564 prohíbe a indios, mestizos y negros bañarse en las fuentes de agua de la ciudad:
"Ordenamos y mandamos porque ansí conviene a la limpieza y salud de la república que por cuanto esta ciudad tiene dos fuentes de agua de donde beben y se sustentan los vecinos y somos informados que muchas veces negros, negras e indios e indias y mestizos tienen por costumbre de meterse en las dichas fuentes a lavarse sus personas y ropas y otras cosas de donde redunda daño a la república y salud humana porque cogiendo el agua que ansí ensucian para traerla a las casas para beber de las dichas fuentes como la traen, causa el daño e inconveniente… para evitar lo suso dicho mandamos que ningún negro, negra, indio, ni india ni otra persona alguna sea osado a entrarse a lavar ni se laven sus personas ni ropa ni otra cosa alguna dentro de los manantiales de las dichas fuentes".
El Mono de la Pila, representación de Neptuno, una divinidad romana con supremacía sobre aguas, inundaciones y sequías, además de ser la escultura más antigua existente de tiempos coloniales, es obra del maestro Morales, que esculpió en piedra para presidir la pila de agua, que se colocó en la plaza principal de Tunja en 1573.
Por más de tres siglos, El Mono de la Pila estuvo en el centro de la plaza mayor; llamada Suárez Rendón; ante ella desfiló la ciudad colonial, al ser la principal fuente pública de agua. Proveyó de agua y chismes a la ciudad hasta fines del siglo XIX, cuando unos borrachos le desprendieron la cabeza, luego aparecieron los acueductos de tubería y, en 1891, la terminaron apilando en una esquina y la cambiaron por una estatua de Bolívar.
El Rey de España, Felipe II, interviene para solucionar el problema del agua de Tunja mediante la Real Cédula de 1577, que autorizó traerla del río Boyacá. En 1796 se intentó traer agua de la quebrada de Barón, al sur de la ciudad. El problema continúa, agudizándose en verano, con las obstrucciones por derrumbes y las tomas piratas de las acequias. Indios, monjas y criadas tenían que hacer largos viajes para traer agua; en 1668, el jesuita Pedro Calderón, en informe al Cabildo escribe: "padece esta ciudad el desconsuelo tan grande de la falta casi continua de agua".
Tunja registra sequías en cinco ocasiones en el siglo XVII: 1604, 1606, 1621, 1648, 1690 y 1695. Entre 1604 y 1649 se realizan 15 procesiones, entre marzo y abril, para remediar las sequías causadas, según el Cabildo, por ofensas y pecados de los tunjanos que causan estas desgracias y dejan la ciudad desprovista de agua. En 1688, el procurador de Tunja lleva ante el Consejo de Indias el grave problema de abastecimiento de agua en Tunja, pidiendo que se destinen a perpetuidad los indios de Soracá, Sotaquirá y Cómbita para mantener el conducto de abastecimiento.
Un memorial del siglo XVIII describe el problema del agua, trescientos años después de fundada Tunja: "Las religiosas ruegan, los encarcelados gritan, los regulares se quejan, los artesanos dejan el trabajo y con tristes expresiones explican su necesidad por falta de agua. ¿No es este un espectáculo digno de la mayor compasión?".
Otro, del procurador de Tunja, en 1796, consigna que cuando había agua, en invierno, esta venía sucia y espesa: "causa repugnancia el tomarla, y solo la necesidad puede obligar a beber una agua que si hubiera otra sería tratada no solo como asquerosa sino como perjudicial a la salud… las calles son demasiado inmundas, y muchas, fetidísimos muladares que impiden el tránsito, infeccionan el aire que respiramos y son motivo de enfermedades".
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).