Cuenta el psiquiatra e historiador de la psiquiatría colombiana Humberto Rosselli, en el tomo I de su clásico, la Historia de la Psiquiatría en Colombia, que no se halla ninguna noticia de que durante la Colonia se hubiera creado ningún manicomio en el Nuevo Reino de Granada ni en el posterior Virreinato. A los locos, en esos tiempos coloniales, se los recluía en celdas o eran inmovilizados en cepos, que existían en las enfermerías de los hospitales generales, que desde el siglo XVII estaban en manos de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios o, si no había hospital en la ciudad, al loco se le enviaba a la cárcel municipal donde se les encerraba.
En el hospital de la Purísima Concepción de Tunja, en manos también de la Orden Hospitalaria, figuran desde el siglo XVII, cuando llegaron a Tunja, cepos para locos y locas, que se mantuvieron hasta inicios del siglo XIX, cuando trasladaron su convento hospital del centro de la ciudad al expropiado Convento de San Agustín, en las afueras, donde aparece en los documentos consultados, por primera vez, la llamada "jaula para los locos".
De esta manera, pasamos así de los iniciales cepos que se encontraban en las enfermerías, tanto de hombres como de mujeres, todos pobres de solemnidad, a unas celdas que se adecuan en el exconvento de San Agustín de Tunja, fundado por los agustinos calzados, convertido en hospital de la Orden de San Juan de Dios, que llaman jaulas, dedicadas tanto para los locos como para las locas que llegan al hospital tunjano, que solo aparecen en los inicios del siglo XIX, en la tercera sede conventual que tuvo el hospital tunjano desde 1821.
Los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios pasaron de Cartagena de Indias, a inicios del siglo XVII, a administrar el Hospital de San Pedro y San Pablo que existía en Santafé, que más tarde se convertiría en Hospital de San Juan de Dios, que tampoco contaba con ninguna infraestructura para atender a los locos y a las locas de la capital hasta el año 1759, cuando, sostiene en su Historia de la Psiquiatría en Colombia, el psiquiatra e historiador Humberto Rosselli:
"Gracias a una generosa dádiva del Virrey Solís, que regaló 30.000 pesos fuertes para mejoras del hospital, se creó lo que se podría llamarse el primer servicio de enajenados, que fue en realidad el origen de los frenocomios bogotanos".
El madrileño virrey José Manuel Solís Folch de Cardona (1716-1770), terminado su mandato tomó en Santafé los hábitos de la Tercera orden de San Francisco, con el nombre de fray José de Jesús María, luego de terminar su mandato, hasta que murió a los 54 años en Santafé. Un día, siendo aun virrey en pleno ejercicio, ordenó que le llevaran abundante comida a los locos, que entonces ocupaban uno de los pabellones del primer piso del Hospital de San Juan de Dios de Santafé.
Cuenta el historiador de la medicina del siglo XIX, Pedro María Ibáñez, una muy curiosa anécdota respecto a la comida recibida por los locos de parte del virrey José Solís, anécdota, llena de inteligencia, de humor y de ironía, que protagoniza un loco internado en las nuevas instalaciones del hospital santafereño, gracias al virrey Solís:
"Poco tiempo después, el virrey visitó el Manicomio, y habiendo preguntado a uno de los dementes si habían comido bien, le respondió: Señor Virrey, asevero a Vuestra Excelencia que los frailes comieron cierto día como locos y nosotros comimos como frayles".
Sobran los comentarios.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).