Vimos la última semana cómo la COVID-19 se ensañaba con la población de la India, semanas atrás vimos un Brasil al que el virus le pasaba la misma factura, pero no es necesario ir lejos, unidos Brasil, México, Argentina y Colombia siguen marcando la delantera en el pelotón de infectados y muertes en Latinoamérica. El ritmo de las jornadas de vacunación en estos cuatro países aún no ofrecen la seguridad que la pandemia será controlada pronto, mostrando una reducción sustancial de muertes, la principal preocupación. Chile, el segundo país de América en números de vacunados, aún no presenta un cambio sustancial en rebaja de muertes, como ya se siente en EE. UU., Reino Unido e Israel. Es clave saber que en estos tres países las vacunas están llegando a todos los estratos sociales, ya que el virus busca refugio en su medio más adecuado: aquellos pacientes con desventajas inmunológicas, aunado a poblaciones que carecen de recursos económicos para salud y alimentación adecuada, con baja calidad de vida, llenos de carencias y estrés.
"El virus busca refugio en su medio más adecuado: aquellos pacientes con desventajas inmunológicas, aunado a poblaciones que carecen de recursos económicos para salud y alimentación adecuada, con baja calidad de vida, llenos de carencias y estrés".
La situación crítica de la India prendió las alarmas nuevamente a nivel mundial, no tan tarde como en el inicio. La OMS, en su papel de vigilante, ahora asume un poco el papel de espectador, olvidando que el año pasado había encarado al máximo líder mundial por la amenaza del retiro del país de la organización. Unos países corrieron a cerrar puertas a viajeros hindúes para evitar una nueva ola de propagación mundial, en medio de donaciones de otros: oxígeno, camas, unidades de cuidados intensivos, etc. Es un poco irónico cómo India produce a gran escala la vacuna para la COVID-19 y su población pobre no se ve beneficiada en buena medida.
Alegórica en cambio es nuestra situación, de pretender comprar vacunas para privilegiados en medio de las carencias, dejando al Gobierno nacional fuera de lugar con la aprobación de vacunas de venta privada, poniendo en segundo lugar el principio de equidad. Lo que lo llevaría a uno a elucubrar, quizás equivocadamente, que, si el plan de vacunación no le está funcionando, lo hagan otros. La idea no era del todo errada, si hay equidad, o sea vacunas sobrantes, pues le bajaría la carga al Estado para vacunar a quienes no tienen recursos, pero las productoras farmacéuticas de vacunas, dueñas de patentes, les salieron adelante a las pretensiones gubernamentales y privadas, con un no rotundo, pues contestaron que ellas negocian por el momento solo con Estados. O la tajada de la torta es grande o la generosidad de estas multinacionales es honesta.
"El desequilibrio social de casi 1.400 millones de hindúes muestra que la pobreza es el mejor caldo de cultivo para mantener el virus".
La India, como Latinoamérica, sufre exactamente de los mismos males y pensaríamos nosotros que el asunto crítico es exclusivamente allá. El desequilibrio social de casi 1.400 millones de hindúes muestra que la pobreza es el mejor caldo de cultivo para mantener el virus. Algún lector me recordará que África es el continente más pobre del mundo, innegable, pero la desigualdad social no es tan alta en África como en India y Latinoamérica. Es decir, los más pobres y paupérrimos del mundo no están en África, están en India y Latinoamérica. Algún otro lector también me recordará que Chile, Uruguay y Costa Rica no están tan mal como el resto. De acuerdo, pero la desigualdad social, que no la mide completamente el Índice de Desarrollo Humano (IDH), en Latinoamérica se parece más al africano e hindú, que al europeo o al norteamericano. Y no son medidas inventadas o pesimistas, los datos son de dominio público y no soy yo quien los fabrica para la columna. De casi 200 países del mundo, la mayoría de los latinoamericanos están en la zona de los 100 a 198.
Otro indicador mundial es el índice de pobreza humana, desarrollado por la Universidad de Oxford y apoyado por Naciones Unidas, que no siempre ha sido alimentado de forma constante (informe anual por cada gobierno) y que ha sido renombrado acertadamente como Índice Multidimensional de Pobreza (IMP). Esta propuesta de Oxford en el marco del PNUD en su sitio web dice textualmente: "La mayoría de los países del mundo definen la pobreza como la falta de dinero. Sin embargo, los propios pobres consideran que su experiencia de la pobreza es mucho más amplia que la carencia de ingresos. Una persona que es pobre puede sufrir múltiples desventajas al mismo tiempo – por ejemplo, puede tener una mala salud o estar desnutrida, puede carecer de agua limpia o electricidad, tener un trabajo precario o tener muy poca educación. Enfocarse en un solo factor, tal como el ingreso, no es suficiente para capturar la verdadera realidad de la pobreza". Es decir, un Estado que no entienda y asuma la pobreza como un problema a solucionar siempre la padecerá. Vale la pena recordar que Colombia es firmante del acuerdo y hace parte de la red IPM para aplicarlo a nivel local (2011).
"Así, la falta de recursos de las mayorías para defenderse, por ejemplo, de los virus, es el mejor caldo de cultivo para su propagación. Es entonces completamente justificable que sigan asediándonos infecciones que no se detendrán en los próximos 100 años, mientras el modelo persista".
La pandemia es el reflejo claro de que la humanidad sigue en la Edad Media. Tanta tecnología no ha sido capaz de eliminar la pobreza o las enfermedades, ni siquiera en los países desarrollados. La Tierra, en medio de su calentamiento global y la desaparición de especies, es simplemente el reflejo del comportamiento de una especie con unos cuantos individuos acumulando la mayoría de los recursos, cercados por miles de millones de individuos sin ellos. Los adelantos tecnológicos, la salud, la educación y el empleo (avances tecnológicos básicos) en general son solo para privilegiados, que determinan hacer la guerra cuando las cosas no son de su conveniencia. Eso visto simplemente desde un punto de vista macroeconómico. Así, la falta de recursos de las mayorías para defenderse, por ejemplo, de los virus, es el mejor caldo de cultivo para su propagación. Es entonces completamente justificable que sigan asediándonos infecciones que no se detendrán en los próximos 100 años, mientras el modelo persista.
A pesar del panorama, contento ya por el avance de las vacunaciones, no entendía por qué los gobiernos de Uruguay y Chile estaban preocupados, empero el alto porcentaje de vacunados y los números de infectados que no son los más altos de Latinoamérica. Estos dos países no estaban preocupados por sus infectados, se preocuparon por el número de muertes y reducción de unidades UCI en marzo y abril. Hoy su situación ha mejorado, como se observa en el ejemplo de número de muertes que coloco en la tabla al final del texto, que refleja lo preocupante que fue la situación. Para construir la tabla eché mano de la epidemiología sencilla y relacioné el número de habitantes dividido por el número de muertes de la fecha de máximas víctimas. Eso da el valor de una tasa de una persona muerta por cada "x" miles de habitantes (columna 5).
Para el área metropolitana de Medellín me dio un valor que refleja la actual situación, la cual no miente; cifra de las tasas más altas de muertes en Latinoamérica actualmente. En el día más alto de muertes para Medellín la taza o índice sería la muerte de una persona por cada 32.273 habitantes (mirar tabla). ¡Ojo!, solo es para ese día, que se ha reportado el número máximo de muertes. Repita mi ejercicio, si lo desea, pues hay muchos datos públicos, incluso busque los datos de su ciudad. El valor para la sola ciudad de Medellín (no área metropolitana) mejora un poco la cifra, pero sigue siendo muy alto. El cálculo fue simple, la población de la sola ciudad de Medellín, 2,5 millones, dividido por el número de muertes el 3 de mayo, 65. La división o relación da que muere una persona por cada 38.461. Claro, la relación es solo para esa fecha.
"En ese análisis observé los barrios más afectados por la COVID-19 de Medellín y Bogotá, obtenidos de datos públicos de ambas alcaldías, y todos los números altos coinciden con los lugares donde hay más pobreza".
En ese análisis observé los barrios más afectados por la COVID-19 de Medellín y Bogotá, obtenidos de datos públicos de ambas alcaldías, y todos los números altos coinciden con los lugares donde hay más pobreza. Son grandes localidades, comunas o sectores en los que hay barrios normales pobres con cinturones de pobreza, en los cuales ahora, más que nunca, se presenta un aumento de desempleo y carencias agudizadas por la pandemia. En Bogotá: Suba, Kennedy, Engativá y Ciudad Bolívar, entre otros. En Medellín: Doce de Octubre, Aranjuez, Belén, Manrique, Castilla, entre otros. Seguramente si usted mira el resto de otras grandes ciudades del país observará que presentan el mismo comportamiento en los barrios de más carencia.
Con base en lo anterior, si queremos erradicar definitivamente la COVID-19, los programas de vacunación deberían volcarse agresivamente en las zonas donde la pobreza está en mayor concentración. Obvio que nuestro Estado no se ha equivocado en vacunar a los más expuestos y de mayor edad, sobre quienes el virus se ha ensañado, pero si los programas de vacunación no avanzan fuertemente el virus no entrará ni en tregua, ni en cese de hostilidades o pedirá amnistía. Ya muchos países han entendido su biología y, si quieren controlarlo, la vacunación debe ser universal, extensiva y en amplia escala (todas las edades y todos los estratos sociales). Si faltan vacunas y la producción no alcanza, entonces, la reactivación económica deberá seguir esperando. Así las cosas, hechos como la exclusividad de las patentes, la baja producción industrial, solo en países desarrollados e India, la compraventa exclusiva con Estados, que ha sufrido incumplimientos, permitirán que el virus siga "riéndose" de todos nosotros.
"Como si ya no tuviésemos suficiente con la pandemia, la administración del Estado no fue acertada tampoco en medio de esta grave crisis de salud y desempleo, al idearse nuevamente el eterno programa nacional de los 200 años de gobiernos de financiar siempre los recursos y la reactivación económica del Estado, exclusivamente, con gravámenes y más gravámenes".
Como si ya no tuviésemos suficiente con la pandemia, la administración del Estado no fue acertada tampoco en medio de esta grave crisis de salud y desempleo, al idearse nuevamente el eterno programa nacional de los 200 años de gobiernos de financiar siempre los recursos y la reactivación económica del Estado, exclusivamente, con gravámenes y más gravámenes. Mientras la actividad económica no sea liderada por la producción de la gran industria agro-minera que tribute mucho, soportada en la tecnología y la ciencia, que lidere en exportaciones y producción a gran escala para generar cientos de empleos, para poder arañar quizás un día el desarrollo (país industrializado), seguiremos estancados en financiar nuestros programas de salud y educación con la misma mentalidad de hace 200 años, basados solo en tributos, incluso aplicados sin dolor a los más pobres, con el agravante siempre de "despenalizar" (vergonzoso) a los grandes aportantes, que buscan cada vez más rebajas, favores y exenciones en impuestos.
La protesta superó el contagio y de nuevo la violencia (nuestro modo de razonar) es el medio para eliminar a oponentes, refrendando más muertes y acabando, otra vez, sin una razón de base, con la pobre infraestructura nacional. Sobre el derecho a protestar no dice en la Constitución que se puede acabar con todo lo que se encuentre a su paso, ni tampoco que se puede abusar del poder, aniquilando con balas a indefensos. He ahí nuestra verdadera pandemia de 200 años: no hay recursos, invénteselos como sea; quedan pocos, acabe con ellos, incluso con vidas; y, como no hay recursos, demos paso al virus biológico y social.
Mauricio Corredor Rodríguez
Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.