Tratar de encontrar más respuestas donde no las hay es perder el tiempo. Lo que todos esperamos es que la pandemia llegue a su fin, pero no es con un anhelo que terminará. Las UCI deberán llegar a cero pacientes COVID-19 y la propagación deberá seguir a la baja en todo el mundo, sosteniendo pocas o nulas muertes. El virus existe y el personal médico del mundo no se fue a hacer teatro a los hospitales o estaba en un reality show donde se iban sacando concursantes. Ellos vieron morir a cientos de sus pacientes y, en esa lucha, algunos vieron cómo ese terrible ciclón biológico llamado coronavirus arrasó también con ellos. Los que aún permanecemos acá, debemos agradecer que el virus no nos sacrificó. Recuerdo haber visto en DW un par de gurús de un país del archipiélago malayo, no recuerdo cual, tratando de demostrar la no existencia del virus SARS-CoV-2, quienes se pusieron de acuerdo y fueron a un hospital de su país a inhalar el aliento de un enfermo, con el fin de demostrar que el virus no solo no enfermaba sino que no existía. Según DW, hoy ambos hacen parte de los más de cuatro millones y medio de sacrificados mundiales.
En nuestro país llevamos más de un mes a la baja en las cuentas monitoreadas de personas infectadas y, asimismo, el número de fallecidos. Es una noticia alentadora y es grato saberlo, a pesar de que las pérdidas continúan. El Gobierno nacional, el Ministerio de Salud y el INS estiman que habrá una cuarta ola, la que, en mi opinión, se podría evitar, intensificando las campañas de vacunación, atendiendo las normas estrictas de bioseguridad y controlando rigurosamente los venidos del extranjero, en cada aeropuerto, puerto o frontera. Incluso, en tales lugares se podría realizar una prueba de PCR en saliva en los llegados, sin excepción, en menos de una hora y media; esta prueba es tan eficiente como la invasora de conductos nasales, que demora un poco más. Con lo que cuesta tener un solo paciente en UCI se harían miles de PCR.
Lamentablemente, el país ha sido muy laxo con la prevención del SARS-CoV-2, permitiendo, incluso, la propagación de la variante colombiana mu, que exportamos a 174 países. Tan laxos como nosotros, para los países de occidente no es fácil poner en práctica la táctica China, el país más poblado del mundo, que ha logrado contener su pandemia. ¿Cómo? Simple, control en aeropuertos, puertos, fronteras, vigilancia epidemiológica y autocontrol. Después de veintiún meses el balance es bueno para ellos, pero ni en China hay cero infectados y menos en Hong Kong, que se le volvió una pesadilla. Sin embargo, a pesar de eso, en todo el país, sin excepción con Hong Kong, hay cero muertes. Ello le permitió al león asiático volver a la normalidad económica, abandonar los confinamientos, eliminando mascarillas. Asunto complejo aún para Europa o EE. UU., zonas con dos o tres veces menos población que China.
Otros países, por ejemplo Israel, que han tenido vacunas de sobra, hoy experimentan su cuarta ola de infectados y muertes. Algo parecido sucede en EE. UU. y Gran Bretaña con su ya quinta ola. Meses atrás, también decíamos que Uruguay y Chile pasaban por una última ola, que fue superada después de la vacunación masiva de la población. Sorprende y alegra cómo hoy Uruguay lleva diez días con cero muertes y en Chile no pasan de las cincuenta muertes semanales, con niveles más bajos que los que tiene actualmente Israel. ¿Cuál es el secreto científico de ese control? Ninguno, simplemente autocontrol, el mismo que el estricto seguido por China. Tanto Israel como otros países, después de tener vacunas a granel y toda su población mayormente vacunada, asumen el virus como desaparecido, volviendo a normalidades cotidianas del 2019, cosa que todos sabemos que aún no es posible. Los africanos, que hoy reciben vacunas de la caridad de uno que otro país y de la alianza COVAX- OMS, afirman que la pandemia no terminará, hasta que en África la muerte por coronavirus llegue a ceros, cosa que, sin lugar a dudas, es ratificada por Tedros Adhanom, biólogo etíope cabeza de la OMS.
Después de 21 meses, el medicamento oficial contra el SARS-CoV-2 no apareció y las vacunas que tanto esperamos son la única alternativa que aportaron las casas farmacéuticas. Ello independientemente de los precios de las vacunas, los retrasos y los negocios secretos con gobiernos, que son asuntos que no contribuyen para la salud de pacientes. Los negocios oscuros con la salud dejan, a veces, pacientes muertos. Afortunadamente, las vacunas han dado los resultados esperados, gracias también al trabajo científico juicioso. Aun así, el tan esperado medicamento oficial aprobado por la OMS no apareció y éste hubiese contribuido a bajar a niveles de cero muertes, cosa que no han logrado el remdesivir, el lopinavir o el ritonavir, que fueron inventados para la hepatitis C y el HIV, no para el SARS-CoV-2. Su uso, además, no está al alcance del público en general en farmacias, posterior a una prescripción médica, estando restringidos por gobiernos para uso hospitalario, por la posible aplicación irresponsable que se le puede llegar a dar, como sucedió con la cloroquina en Brasil y EE. UU. De todos modos, de haber tenido ese remedio a la mano, hoy estaríamos hablando de una gripa terrible en unos pocos infectados, simplemente tratados en casa, con ese medicamento soñado.
Resta decir muy pocas cosas y solo esperar. Quizás para mí fue grato contribuir desde la barrera, aclarando el panorama con elementos científicos, reflexionando, en paralelo, sobre la abandonada historia de la salud pública colombiana, aportando simples consejos y, de paso, no dejándome infectar. Pienso que algunos hemos seguido las reglas de prevención y han funcionado en reducir el contagio y muerte. Mi consejo, de nuevo, es seguir las normas de prevención, nada más, no nos infectemos y así no infectaremos a los demás. Por lo pronto, la propagación se combate con prevención (vacuna, test diagnóstico, mascarilla, descontaminación de enseres y lavado de manos). No habrá otro elemento a nuestro alcance para impedir llegar a las UCI, por el resto del año. La carrera será la vacuna contra el tiempo. En EE. UU. se afirma que actualmente el 99 % de los que mueren no estaban vacunados. Sería genial llegar a los niveles de Uruguay y esperemos que allí las medidas se sostengan, contrario a nuestro país, en el que, según el Ministerio de Salud, se prevé una cuarta próxima ola. Finalmente, hay muy pocos elementos para poder afirmar que llegaremos pronto a una inmunidad de rebaño; no la tiene aún China. Impedir que entre el virus es una buena solución transitoria, nada más, pero la aparición de nuevas variantes ha demostrado que pueden quebrar la temporal resistencia, por lo pronto, sin graves consecuencias. El tiempo nos dará la razón.
Mauricio Corredor Rodríguez
Biólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá; magíster en Ingeniería enzimática, bioconversión, microbiología, Universidad de Tecnología de Compiègne, Francia; PhD en Genética Molecular de la Universidad de París XI - Sud, Francia; postdoctorado en Biología Molecular de la Universidad de Montreal, Canadá; líder del grupo de investigación en Genética y Bioquímica de Microorganismos, GEBIOMIC-UdeA. Profesor de planta del Instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, Medellín.