Quisiera comenzar señalando que no hemos visto aún la dimensión de la tragedia que significará la actual pandemia, en naciones como las nuestras, con grandes desigualdades sociales y por tanto con grandes grupos poblacionales en condiciones de vida miserables, aunque ya Guayaquil nos anticipa el desolador panorama que nos espera.
Comunas, barriadas o favelas, donde el hacinamiento, la pobreza y la insalubridad son la norma y la lucha por la supervivencia asunto de todos los días. Ya Nueva York nos enseña que en barrios de trabajadores humildes como Queens y el Bronx la epidemia prospera.
Nuestras investigaciones han validado firmemente la relación entre posición social y salud, entre calidad de vida y salud, entre posición social y calidad de vida, comprobando un patrón de vinculación sistemática de una peor salud con posiciones sociales sucesivamente más bajas en una sociedad fuertemente desigual y estratificada.
También han procurado hacer visible la inequidad en la oferta de servicios de salud en nuestro país, entre grandes ciudades y poblaciones rurales y dispersas, así como entre barrios de altos ingresos y barrios con población de medianos y bajos ingresos, dado que la oferta de servicios hace décadas no se desarrolla mediante una planificación cuidadosa, en función de las necesidades de la población, y se ha dejado a cargo de la "mano invisible" del mercado. Esta mano invisible crea sin cesar clínicas de alta tecnología en los barrios de mayor poder adquisitivo de nuestras principales ciudades, con la advertencia de que sólo atenderán pacientes de seguros privados, al tiempo que abandona sin los mínimos servicios a la población pobre. Los negocios de la salud son alérgicos a los pobres. Nuestros dirigentes han permitido la discriminación y fragmentación de nuestra sociedad propiciando sistemas de atención diferenciados para clases sociales distintas.
No cejamos en el empeño de enseñar las consecuencias de esta escalera social tan vertical, que constituye el modelo económico sustentado en el darwinismo social, el racismo y el clasismo, donde siempre se sube pisando a los de más abajo. Es el reino de la competitividad y todas sus desgracias en nombre del crecimiento y el desarrollo (para unos pocos). A pesar del esfuerzo, no hemos logrado convencer a muchos sobre los peligros derivados de esta forma de organización social, pero parece que ahora la Pandemia trae a los dubitativos la más dura lección. A nuestros pueblos les significará más pobreza aún y muchísimo sufrimiento, los que se traducirán tarde o temprano en una paliza moral a sus dirigentes y el descrédito de los teóricos que los justifican. Por supuesto, también traerán el desprecio por las instituciones y por la actual burocracia estatal que defiende los beneficios de los suministradores mercantiles, mientras recortan y minimizan las garantías de nuestro pueblo, al que debe estar destinado el servicio.
Lo que me temo, es que el despertar del descontento social y la protesta popular, como en los años treinta, caiga de nuevo en manos de populismos, en manos de líderes mesiánicos, financiados y vendidos por los medios y la publicidad del gran capital, como cualquier jabón de lavar, para defender su poder y sus múltiples intereses.
Construir democracia significa evitar a toda costa la concentración del poder en un Estado central, poder y recursos que deben repartirse en múltiples organizaciones geográficas, en múltiples organismos colegiados e instituciones con poder de decisión, apoyados en una meritocracia de servidores públicos no comprables, que tengan como fin la construcción de instituciones cimentadas en la equidad y la solidaridad. Significa igualmente romper fronteras y forjar unión y solidaridad entre los pueblos del mundo, en lugar de la maldita competitividad.
Cierro con una frase de Wolfang Strreck: "Si democracia significa que la justicia social no sea reducida a la justicia del mercado, entonces la principal tarea de las políticas democráticas debe ser revertir la devastación institucional provocada por cuatro décadas de progreso neoliberal, y defender y reparar al máximo los restos de esas instituciones con cuya ayuda la justicia social podría ser capaz de modificar o incluso de reemplazar a la justicia del mercado". En la actualidad, democratizar implica crear instituciones con las cuales sea posible volver a poner los mercados bajo control social: mercados de trabajo que dejen espacio para la vida social, mercados de bienes que no destruyan la naturaleza.
Estas palabras fueron preparadas para el seminario internacional web "CORONAVIRUS: LECCIONES DE UNA PANDEMIA", organizado por la Universidad de las Américas, de Santiago de Chile, con participación de expertos de 15 países, el cual fue desarrollado el 8 de abril de 2020.
Félix León Martínez
Médico y magíster en salud pública. Director de la Administradora de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud (ADRES). Ha sido, entre otros, investigador del Grupo de Protección Social del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia y presidente de la Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Salud y la Seguridad Social (FEDESALUD).