Heredero de una familia con inmenso poder económico y político en la región comunera, con extensas haciendas en las que, además del ganado, producían tabaco, panela y café, José María Rueda Gómez, Conde de Cuchicute y Guanentá, nació en San Gil, Santander, en 1871 y murió asesinado en 1945. Estudio en universidades de Bogotá, Estados Unidos y Europa, donde destacó su carácter problemático y no su rendimiento académico.
De vuelta a Colombia, deprimido, intento suicidarse, lo que sería repetitivo en su vida, el futuro conde se disparó un tiro y no murió, terminó perdiendo un ojo, la cicatriz la tapaba con un gran monóculo que lo caracterizó. Él afirmaba que se había sacado un ojo para tener algún defecto porque la humanidad no lo soportaría sin defecto alguno. Lo llamaban el tuerto o el loco Rueda, y como iban en ascenso los problemas familiares y las grescas locales, su padre lo envía a estudiar en París, a los 25 años, en 1896.
No estudió en París, donde se aproximó al dandismo, movimiento crítico de los valores de la burguesía en ascenso. Enfatizaban en su afán de notoriedad, de sorprender con sus atuendos y su conversación y provocar con sus modales. Este aprendiz de dandi en París sería luego un personaje totalmente anacrónico en la Colombia de los años 30 y 40 del siglo XX. Su vestimenta se describe como lujosa y refinada y como ridícula, teatral y totalmente anacrónica, usaba sombrero de copa, monóculo, sus manos estaban llenas de joyas, capa española, finos guantes, bastón y botas de tacón.
Derrochador y aficionado al alcohol, se vio involucrado en numerosos pleitos jurídicos. Su fama de mujeriego lo acompañó hasta la tumba. Viaja a Siam, siguiendo a la Princesa Titiana con quien había tenido un romance y a Filipinas donde, inventaría luego, participó en la guerra Hispano-norteamericana y en el proceso de independencia de ese país, peleando en la Batalla de Cavite en defensa de la corona española, razón por la que le darían el título nobiliario de Conde de Cuchicute y Guanentá, nombre de sus propiedades en Santander.
De regreso a Colombia, con 28 años, asumió la administración de la hacienda paterna y participó en la guerra civil de los Mil Días del bando liberal. Se dio inicio a un periodo de más de tres lustros en el que luego de cometer un asesinato del que salió absuelto por los testimonios de los médicos legistas que evidenciaron su locura y degeneración, se produjo el más sorprendente cambio y en la etapa de éxtasis de su ciclotímica vida se convertiría en un prestigioso empresario.
En el estudio psiquiátrico Jiménez López, lo describe así: "Se dio a los trabajos agrícolas (…) al cabo de algún tiempo había adquirido la finca de La Meseta, había mejorado y hecho productivas otras propiedades y había comprado y edificado varias casas en San Gil. No dejó de ser interrumpida esta larga época de trabajo por algunas crisis sentimentales y por algunos periodos de anormalidad en su conducta. Fue entonces cuando murió la madre de don José María, lo que le produjo una intensa pesadumbre. Se avivaron los desacuerdos con su padre por cuestiones patrimoniales, y no faltaron, de tiempo en tiempo, épocas irregulares de depresión o de excitación (…) En San Gil el 13 de mayo de 1899, bajo la influencia del licor, don José María dio muerte de una cuchillada al obrero y antiguo dependiente suyo, Domingo Rodríguez (…) hubo una nueva tentativa de suicidio por medio de envenenamiento con láudano".
Los peritos que lo examinaron en desarrollo del proceso judicial dictaminaron que se trataba de un "degenerado hereditario", que había actuado "bajo el influjo de una obsesión impulsiva, inconsciente e irresistible (…) que prueban el estado de anormalidad psíquica o alienación mental (…) los síntomas expuestos por los testigos, ora indican la excitación o exaltación, ora la depresión o melancolía". El doctor Rodríguez Piñeres conceptuó: "es un degenerado que sufre de locura moral que se ha manifestado por varias monomanías impulsivas tales como la homicida, la suicida y la piromanía".
Preso breve tiempo, salió absuelto del homicidio por su estado mental, continuó con la administración de la hacienda Cuchicute. Vuelve a Europa donde en dos ocasiones, 1918 y 1921, fue hospitalizado por crisis alucinatorias en un manicomio de Barcelona. En los años 30 se ventiló en Bogotá un ruidoso pleito que terminó ganando en la Corte Suprema el conde de Cuchicute contra su hermano Timoleón, en cuyo proceso volvieron a actuar las figuras más destacadas de la medicina legal colombiana de la primera mitad del siglo XX.
El Conde fue brutalmente asesinado el 21 de julio de 1945, por el exadministrador de su finca, Constantino Aparicio, que le asestó 17 puñaladas y 2 machetazos en su cabeza. Desafiante hasta el final, el Conde de Cuchicute pidió ser enterrado en su hacienda, de pie, porque ni a la misma muerte se le arrodillaría. En su tumba se levantó un obelisco de ladrillo.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).