El coronel de la Legión Británica, James Rook, tomó parte en la batalla del Pantano de Vargas, donde recibió: "un balazo en el codo del brazo izquierdo, que le rompió la articulación, desflorándole el hueso". El padre Gallo cuenta que, recogiendo muertos y heridos en la noche, oyeron entre el matorral unos bramidos, y dieron con un jefe inglés, "a quien se llevó como se pudo a la casa. Era el coronel Jaime Rook, parecía una estatua de mármol blanco, por el desangre que había sufrido. La bala le volvió pedazos el brazo izquierdo, del codo para arriba y le desgarró arterias y venas".
La amputación se realizó al día siguiente de mañana, en la hacienda de Varguitas, al llegar el cirujano inglés, el doctor Foley. Manuel Antonio López, relata: "gustoso con un valor poco común; entregó el brazo con serenidad, se le aplicó el torniquete, se le cortó la carne, se le cabecearon las arterias y tres segundos después el cirujano le había cortado el hueso. Al desprenderse la parte inferior del brazo que le acababan de cortar, el coronel Rook, con la mayor impavidez lo tomó con la mano derecha por la muñeca, se puso de pie antes de que le cauterizaran el hueso y levantándolo arriba de la cabeza exclamó: Viva la Patria". El padre Gallo escribe: "entregó el brazo al cirujano, este se lo cortó por cerca del hombro, sin que el paciente hiciera ningún gesto ni ninguna contracción: pareció como si le hubieran aserrado el brazo a una estatua", agrega la famosa frase de viva la patria; Foley le preguntó en inglés: "¿Cual patria: Irlanda o Inglaterra?" y contestó: "la que me ha de dar sepultura". Ante la gravedad de Rook, Bolívar dispuso su traslado a la hacienda El Hato, perteneciente al convento agustino de Belencito, ubicada cerca, a espaldas del Pantano de Vargas.
Vawell, un militar que hizo parte de la Legión Británica, escribió en sus memorias que el malherido coronel: "fue dejado a retaguardia en un convento poco distante de Tunja, porque se había juzgado peligroso hacer que, en semejante estado, siguiese al ejército por tan malos caminos. Habíale hábilmente amputado el brazo un cirujano inglés, que dejó a los frailes instrucciones detalladas (…) Los frailes confiaron más, en sus procedimientos curativos que, en tales instrucciones, y por esta confianza funesta, quitaron el aparato para sustituirlo por una masa de hilas humedecidas con aceite y vino. Este tratamiento produjo la mortificación y muerte de nuestro pobre coronel", se calcula que muere tres días después de la batalla. El Museo Nacional guarda el escaño en que fue amputado el coronel Rook por el cirujano militar inglés Thomas Folley en julio de 1819, tras la batalla del Pantano de Vargas.
Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).