Serendipia e Historia de la Medicina

Abel Fernando Martínez Martín | 06/04/2020 - 07:40 | Compartir:

Para el escritor y filósofo italiano Umberto Eco, el "descubrimiento" de América por Cristóbal Colón en octubre de 1492, no es más que otro caso de evidente serendipia, es decir, de un hallazgo fortuito, accidental, inesperado, casual o no planeado, que no se estaba buscando. La Historia de la Medicina y, en general, la Historia de la Ciencia, están llenas de casos de serendipia, empezando por el famoso caso del griego Arquímedes y su principio hallado accidentalmente entre la tina, al caer en cuenta que el volumen de un cuerpo sumergido en agua es igual al del agua que desplaza, simbolizado en su expresión Eureka, que exclamó varias veces emocionado y desnudo al salir de la tina. 

Serendipia e Historia de la MedicinaEl término serendipia en castellano proviene del inglés serendipity, un neologismo que fue acuñado por el escritor y político británico Horace Walpole, quien fuera famoso por sus cartas, típicas de su ilustrado siglo. En una de ellas, escrita en 1754, consignó: “este descubrimiento es del tipo que yo llamo serendipity, una palabra muy expresiva que voy a intentar explicarle, ya que no tengo nada mejor que hacer: la comprenderá mejor con su origen que con definiciones. Leí en una ocasión un cuentecillo titulado Los tres príncipes de Seréndip: en él sus altezas realizaban continuos descubrimientos en sus viajes, descubrimientos por accidente y sagacidad de cosas que en principio no buscaban: por ejemplo, uno de ellos descubría que una mula ciega del ojo derecho recorría últimamente el mismo camino porque la hierba estaba más raída por el lado izquierdo. Los protagonistas de la historia eran tres príncipes de la isla Serendip, antiguo nombre persa de la isla de Ceilán, hoy conocida como Sri Lanka. En 1955, la revista Scientific American lo empieza a utilizar como acepción técnica de referencia para referirse a un descubrimiento científico casual.

El descubrimiento de dos famosos medicamentos como la Penicilina y el Viagra se convierten en clásicos ejemplos de serendipia, de casualidad, de hallazgos inesperados en el curso de una investigación científica. Alexander Fleming en 1928 en el sótano del laboratorio del Hospital St. Mary en Londres, observó tras haber desechado láminas y medios de cultivo, que los Staphylococcus aureus, que había sembrado en un medio de cultivo dejaban de crecer ante la aparición accidental de un hongo, el Penicillium notatum, que no permitía el crecimiento bacteriano tres centímetros a su alrededor.

El sildenafilo, comercializado bajo la marca Viagra, es un medicamento que se utiliza para tratar la disfunción eréctil, fármaco que fue desarrollado por científicos británicos y luego comercializado por la compañía farmacéutica Pfizer. El Viagra fue diseñado inicialmente para utilizarlo en el tratamiento de la hipertensión arterial y en la angina de pecho. Durante los estudios clínicos, los investigadores encontraron que el sildenafilo tenía un ligero efecto en la angina, pero como efecto secundario, el medicamento producía notables erecciones, por su efecto vasodilatador, que modifica el flujo sanguíneo del pene. Por lo tanto, la empresa farmacéutica norteamericana Pfizer, aprovechando el serendípico y muy rentable hallazgo, decidió comercializarlo para tratar la disfunción eréctil, en lugar de utilizarlo en el tratamiento de la angina, convirtiéndose el sildenafilo en el primer medicamento para la disfunción eréctil utilizado en EE.UU. El fármaco fue patentado en 1996, y aprobado para su uso en disfunción eréctil por la FDA en 1998. 

El científico francés Louis Pasteur, al respecto de la serendipia, opinaba: “en los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada”.

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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