La triste historia del doctor Semmelweis

Abel Fernando Martínez Martín | 08/10/2018 - 10:12 | Compartir:

Ignaz Philip Semmelweis fue un médico húngaro que inició estudios en su natal Budapest y los culminó en Viena en 1845. Es médico auxiliar del Hospital General de Viena, con dos grandes pabellones de maternidad, el primero dirigido por el doctor Klein, atendido por estudiantes de medicina, el segundo, atendido por comadronas, bajo la dirección del Dr. Bartsch. En el Pabellón II del hospital de Viena los casos de mortalidad materna por Fiebre puerperal eran 100 al año y en el Pabellón I, de Klein, la mortalidad era de 500. Al Pabellón I entró en 1846 a trabajar el recién graduado Semmelweis.

La triste historia del doctor Semmelweis
Etiología, concepto y profilaxis de la fiebre puerperal, libro del, tras su muerte, considerado Benefactor de la Humanidad, el médico húngaro Ignaz Philipp Semmelweis, publicado en Pest, Viena y Leipzig en 1862 y estatua en su honor cerca del Hospital General de Viena.

Ante el aumento de la mortalidad materna se reunió una Comisión académica para estudiar la alta mortalidad y determinó que las condiciones cósmico-telúricas e higrométricas y el exceso de enfermos, eran la causa, recomendando el empleo intensivo de purgas y sangrías. Klein sostenía que el examen, realizado por las manos masculinas, más toscas, hería el pudor de las mujeres, y acusó a los estudiantes extranjeros de ser más toscos, logrando excluirlos del pabellón, disminuyendo los estudiantes de 80 a 20, bajando las cifras de mortalidad materna y triunfando Klein. Las usuarias eran proletarias, sirvientas, obreras, madres solteras, prostitutas y mendigas, lo que hace notar a Semmelweis que, en los círculos elevados de la ciudad, "las parturientas del alto grado no mueren a causa de sentirse heridas en sus sentimientos de pudor, en la misma medida que lo hacen las desvergonzadas rameras del arroyo". La causa, dirá Semmelweis: "reside en determinadas particularidades de nuestra sala, en ninguna otra cosa". Por sus opiniones, Semmelweis cae en desgracia ante su jefe Klein.

Los estudiantes de medicina acudían en la mañana al anfiteatro donde practicaban necropsias en los cadáveres de las maternas fallecidas por la Fiebre puerperal, con signos de septicemia en sus órganos. Del anfiteatro pasaban a la sala de partos, sin cambiar de ropa ni lavar las manos, a atender a las parturientas recién ingresadas en el temido pabellón. Semmelweis obliga a los estudiantes a lavarse las manos antes de ir a la sala de partos. Los estudiantes se indignan, protestan airados, se niegan a lavarse como las comadronas. Klein afirma que no tolerará tal extravagancia de Semmelweis, quien contraataca: "El que reconoce a una mujer embarazada sin antes lavarse las manos es un Asesino. ¡Todos ustedes son unos asesinos!".

Semmelweis, es despedido del Hospital al día siguiente. Viaja a Venecia y, al regresar, se entera de la muerte de su amigo Kolletschka, herido en un dedo durante una autopsia, revisa la descripción de la necropsia, encontrando lesiones anatomopatológicas similares a las encontradas en las autopsias de la Fiebre puerperal y concluye: "La Fiebre puerperal es una septicemia producida por un veneno que se forma en los cadáveres… Los estudiantes son los que, con sus dedos ensuciados durante las autopsias, transmiten los funestos gérmenes cadavéricos a los órganos sexuales de las mujeres embarazadas." Decide usar una sustancia desodorante, el cloruro de calcio, para lavar las manos.

Para probar su teoría, se hace nombrar nuevamente en el Hospital de Viena, gracias a los oficios del profesor Skoda, esta vez en el Pabellón de Bartsch, a donde hace trasladar a los estudiantes de medicina, enviando a Klein las comadronas. Semmelweis coloca una jofaina con el cloruro de calcio y obliga a médicos y estudiantes, que provengan del anfiteatro, a lavarse las manos antes de atender a las pacientes de la sala de partos. Como un tirano perseguía a todo el mundo para obligarlo a lavarse las manos, a las buenas o a las malas. A raíz de la medida, la mortalidad disminuyó del 27% al 12%. Al comprobar que la infección también se daba de una materna infectada viva a otra, obliga a todos a lavarse las manos, aunque no asistieran al anfiteatro. La mortalidad baja al 0.2%, quedando demostrada la teoría de Semmelweis. Cada vez que una materna muere en su pabellón, acusa a los obstetras y a los estudiantes de asesinos a gritos.

Semmelweis vuelve a perder su puesto en el Hospital, en 1849. Derrotado, regresa a su natal Hungría, donde se hunde en la locura y la miseria siete años.  Escribe Etiología, Concepto y Profilaxis de la Fiebre Puerperal, en 1862, y publicó su demoledora obra Carta abierta a los Profesores de Obstetricia, donde empieza llamándolos asesinos. Pega carteles por la ciudad, donde advierte a los padres sobre el riesgo de ser atendidas sus hijas o mujeres, por un médico, lo que equivalía –según él- a la muerte segura de la futura madre. Su salud mental se agrava, es enviado a Viena en 1865 donde lo hospitalizan en el psiquiátrico donde muere. El día anterior a su muerte, el cirujano inglés Joseph Lister, emplea por primera vez el tratamiento antiséptico en las heridas con excelentes resultados. 

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Abel Fernando Martínez Martín

Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).

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