
Los Mendigos, Pieter Brueghel El Viejo (1525-1569).
Desde el siglo IX al siglo XIV se declararon epidemias de una enfermedad, especialmente en Francia, Rusia y Alemania, en primavera y otoño, que recibió los nombres de fuego sagrado, fuego infernal, fiebre o fuego de San Antonio, porque en el siglo XI, se fundan los monasterios de San Antonio Ermitaño para atender a sus víctimas. La epidemia reaparecía con más intensidad en épocas de hambrunas y carestías. El fuego de San Antonio afectaba las vísceras abdominales originando un cuadro descrito como muy doloroso que llevaba rápidamente a la muerte. Con más frecuencia comprometía los miembros; atacaba a las embarazadas produciendo abortos. Los enfermos "atormentados por dolores atroces lloraban en los templos y en las plazas públicas”; la gangrena corroía pies, manos, nariz y orejas; los enfermos sentían una angustiosa sensación de quemazón, las extremidades gangrenadas se tornaban negras y terminaban por desprenderse. La mayoría sobrevivía mutilada o deformada.
En 1597, la Facultad de Medicina de la Universidad de Marburgo, llegó a la conclusión de que la epidemia se debía a la ingestión de pan de centeno -pan de los pobres, pues solo las élites consumían trigo- contaminado con una micotoxina del cornezuelo, micelio de un hongo que se desarrolla en las espigas del centeno y provoca la contracción de las fibras musculares lisas. El alcaloide principal del cornezuelo es la ergotamina, pariente cercano del LSD. La intoxicación se conoce hoy como ergotismo y no solo ocurrió en la Edad Media. La última gran epidemia de fuego de San Antonio fue declarada entre campesinos rusos, en 1888 y, en 1951, se registró un brote en el pueblo francés de Pont-Saint-Esprit en el que fallecieron cinco personas.

Abel Fernando Martínez Martín
Doctor en Medicina y Cirugía, magíster y doctor en Historia.
Grupo de investigación Historia de la Salud en Boyacá- Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC).